Leonardo GarcíaLa industria no crece: para el presidente de la CIU, “la peor señal es que se vayan empresas porque en cualquier otro país producen mejor”

“No hay que confundir”, dice Leonardo García: incorporar tecnología es una obligación, no una opción para el empresario, y nada tiene que ver con reducir la jornada laboral.Ante un año de incertidumbre y enlentecimiento de inversión, la industria manufacturera espera “señales” de parte del gobierno para acometer los problemas de competitividad y productividad que le aquejan.

“La competitividad es un problema país que no podemos solucionar nosotros, la productividad es un asunto nuestro que debemos resolver”, afirma el presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay, Leonardo García. El núcleo industrial “lleva 15 años sin crecer”, sostiene, y advierte sobre las empresas que se van, “no porque se hayan fundido, sino porque es mejor ir a producir a otro lado”. Dice estar expectante “ante una nueva forma de pensar la política industrial” que parece mostrar el gobierno, al tiempo que identifica en las compras por franquicia “una competencia desleal” que no puede tolerarse. Con el empleo industrial en baja, sostiene que la automatización no es una opción, “si no una obligación” para el empresario. Pero se apura a subrayar que “no hay que entreverar eso con reducir la jornada laboral”. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Las últimas cifras oficiales del INE y del BCU reflejan para el conjunto de la industria un crecimiento interanual interesante en la primera mitad del año. Pero parecería que esos indicadores esconden realidades sectoriales diferentes.  

—Es verdad. Si analizamos los últimos 15 años del sector industrial y nos concentramos en el núcleo duro, sacando zonas francas y la refinería de Ancap, nos encontramos con que la industria manufacturera no crece. Hace un tiempo que desde la CIU venimos desagregando estos datos para sacar conclusiones mucho más exactas de la realidad, que pueden quedar escondidas cuando uno observa solamente la evolución del índice de volumen físico. Y esto nos permite ver determinadas situaciones sectoriales nos generan preocupación.
En realidad, lo que le pasa al núcleo industrial es lo que le pasa a la economía en general. Uruguay tiene un problema de crecimiento económico que trae más de 10 años de tasas muy bajas. Bueno, la industria, salvo excepciones, se está comportando en forma muy similar al crecimiento del país.

—Pero ese núcleo industrial, que traccionó la economía décadas atrás, hoy tiene un peso notoriamente menor en el PIB…

—Es una realidad que la gran mayoría de los sectores están planchados. Pero además, hay rubros de actividad que antes no incidían en la economía y que hoy tienen un peso importante, lo que términos relativos reduce la incidencia del sector industrial sobre el total. Así todo, cuando uno analiza el PIB industrial, representamos el 10% del PIB total, y lo mismo pasa con el empleo generado por nuestras empresas, unos 160 mil puestos de trabajo directos. Pero tanto la actividad como el empleo, si lo medimos como porcentaje de la actividad privada, es bastante más, alrededor del 17%.
Quiere decir que somos un sector importante de la economía, pero que no crece de la forma que debería hacerlo y esa es nuestra preocupación.

—¿Cómo explican ese bajo crecimiento?

—Cuando preguntamos con las empresas socias, analizamos las encuestas y hablamos con nuestros asesores, más allá del tamaño de la empresa hay un problema que es común: la competitividad. Es en problema muy serio para el conjunto de la industria. Nos cuesta mucho producir a valores, ya no digo internacionales, no llegamos a valores de la región. Ni hablar de la irrupción de Asia con niveles de producción y a precios imposibles de igualar. Pero también nos cuesta competir con la región y eso es lo más preocupante. Y si bien tenemos un tipo de cambio estancado que nos afecta mucho, hay otros factores que nos quitan competitividad, como los costos salariales y los de la energía, entre otros.
Junto a eso, tenemos enormes problemas de productividad. Aquí me detengo en la información que manejan las grandes empresas instaladas en el país, que nos muestran cómo, la misma planta instalada en otros países de la región, con la misma cantidad de empleados, produce mucho más que lo que logramos acá.
La competitividad está cruzada por diversos factores que no controlamos, pero la productividad es un problema nuestro que debemos resolver.

—Dentro de la industria “tradicional”, hay sectores que mantienen dinamismo, como los lácteos o la industria frigorífica…

—El sector agroexportador tiene una particularidad: cuenta con una muy buena materia prima, la transforma y tiene un producto de calidad. Eso la pone un escalón más arriba. Así y todo, tenemos muchas empresas que han cerrado en el sector lácteo, y grandes problemas en los tambos. En el sector cárnico, también, con frigoríficos atravesando severos problemas financieros. O sea, incluso los que transforman materia prima, tienen dificultades. En problema es de fondo. Competitividad y productividad, a lo que deberíamos agregar los problemas de conflictividad laboral.
Después hay otros sectores que han encontrado un nicho, como puede ser el farmacéutico. No compite por precio ni por cantidad, sino por calidad en productos específicos, en un sector con una concentración en algunas empresas que les permite ser competitivas.

—Más allá de las empresas exportadoras, las firmas que trabajan para el mercado interno, ¿tienen los mismos problemas?

—Aún mayores. Es que, en un país que tiene un grado de apertura grande para traer productos importados, cualquiera fácilmente puede ser importador. Nosotros venimos midiendo el peso de la industria nacional en el mercado interno y viene cayendo aceleradamente hace 15 años también. Cada vez podemos atender menos nuestro mercado.
Últimamente hemos tenido varias malas noticias de empresas que cierran y varias que se van del país. El proceso de nacimiento y muerte de las empresas es un proceso lógico, pero acá hay otros componentes. Lo que estamos viendo desde hace ya algún tiempo es que las empresas que cierran y las que se van no es que se funden, ni porque perdieron el negocio, sino que se van a producir a otro lado. Si a una empresa le fue mal y quebró, es entendible. Pero cuando están produciendo, tienen mercado y no atraviesan problemas que amenacen su existencia, si se van es por otra cosa. Ahí hay que poner el foco; cierran y se van porque encontraron en otros países la forma de producir mejor producto, más rápido, más eficiente y a menores costos. Mejoran su competitividad, mejoran su productividad y bajan la conflictividad. Eso es fácilmente demostrable cuando uno compara indicadores, y es muy grave para nosotros.
Y si bien puede pasar en otras actividades, en la industria es más grave, porque tiene altos costos de entrada y de salida. Abrir una planta industrial no es lo mismo que abrir un depósito o un comercio.
Si una industria toma la decisión de cerrar es porque analizó los números y a pesar de los enormes costos de la clausura y del capital que deja enterrado, le conviene, tenemos que darnos cuenta que estamos en una situación muy peligrosa para el sector.

—No todos se van o pueden irse: la última encuesta de expectativas de la CIU advierte de menor inversión para 2026 y sobre todo en maquinaria y equipos. ¿Esto está relacionado con lo anterior?

—Exacto. Si no aumento mi volumen de producción, si no aumento mis ventas, lo que el industrial termina haciendo es solamente invertir en reposición de equipos. Nada más.

—¿Cuánto incide en esas decisiones la incertidumbre local y global?

—También incide. Este es un año de mucha incertidumbre. Están cambiando algunas cosas a nivel internacional y también local. Estamos viviendo un cambio de gobierno, que siempre trae dudas. Estamos además ante una ronda de consejos de salarios muy grande, muy compleja, y con una conflictividad laboral muy grande. Y la incertidumbre frena la inversión. Nadie invierte en un momento así.
Desde la cámara hablamos de este problema hace tiempo ya, pero ahora nos encontramos con que el gobierno lo está viendo así y ha puesto el foco en la industria.

—¿A qué se refiere?

—Nos encontramos con un discurso del presidente hacia abajo, donde se hace hincapié en este problema de crecimiento del país y del sector industrial y los posibles caminos que nos permitan dar impulso a la actividad. Ahora, hay que trabajar. ¿Cómo hacemos para ser más competitivos, para valorizar la industria, para generar beneficios que estimulen al inversor? Esa es la clave.

—¿Y cuáles son las señales que recibieron de parte del gobierno?

—Hasta ahora, el gobierno tiene toda su atención en el presupuesto. Por ahora, a nivel macro, no vemos mucho. De hecho, en la ley de presupuestos tampoco vemos grandes incentivos a la inversión, hubo también algunas dudas con modificaciones en la ley de inversiones, que no quedaron a nuestro entender, quizás del todo clara por dónde vamos a ir. Pero tenemos expectativas de empezar a ver algunas señales de cómo se va a fomentar realmente la inversión.
También tenemos que decir que desde el ministerio de Industria nos han trasmitido el objetivo de elaborar una verdadera política industrial; hemos tenido varias reuniones a nivel de la cámara trabajando con el ministerio y tenemos muchas expectativas.

—Hasta el momento, ¿no ha existido una política industrial?

—Bueno, hay muchas acciones de política industrial, siempre existió. La diferencia es que ahora se enfoca como un todo, una nueva mirada para definir estrategias para la industria en su conjunto, más allá de impulsos sectoriales específicos, aislados entre sí.

—El gobierno ha hablado de medidas que “alivien” trámites a las empresas. ¿La industria ha percibido cambios en ese sentido?

—Hace tiempo que reclamamos por trámites y burocracia del Estado. Por ejemplo, estamos avanzando bien con el Ministerio de Salud Pública en el registro de productos para la industria alimenticia, donde hay muchas micro y pequeñas empresas. Esa es un área donde estamos avanzando. Esperamos que se vayan cristalizando más acciones en distintas áreas.

—En el mercado interno, además de los productos importados, la industria debe hacer frente a la competencia del ingreso de productos por franquicia y el contrabando. ¿Cuál es la postura que asume la CIU?

—En cuanto a las compras por franquicias, si bien los reclamos han sido llevados adelante mayormente por la Cámara de Comercio, nosotros hemos acompañado. Hay empresas muy afectadas con la situación del ingreso de mercancía por esa vía, compitiendo en forma desleal con la industria nacional.
Nosotros queremos competir en igualdad de condiciones. Si acá producimos y para que se habilite hay que pasar por un montón de inspecciones, controles y registros, que significan tiempo y dinero, pero esos productos entran sin pagar nada ni controlar, no es competencia legal.
Pero no es el único daño que genera…

—¿Cuál otro?

—Que hay un montón de dinero que todos los meses se va del país y como consecuencia, no circula en la economía nacional. Si todos los meses se va alrededor de 15 millones de dólares en compras mediante franquicias, es dinero que sacamos del giro normal de la economía.

—Pero eso es consecuencia de una economía abierta, como la que tenemos…

—Y está bien que así suceda. Lo que yo analizo es que hay un efecto muy particular, producto de una venta agresiva de un país que saca divisas del nuestro, afectando empresas y consumo. Está bien la economía abierta, por supuesto, pero hay que cuidar al industrial y al comerciante que cumplen con todo lo que las leyes demandan. Que lo que venga de afuera, tenga las mismas condiciones.

—En el proyecto de presupuestos se prevé la aplicación a partir del 2026 del IVA a las compras por franquicias. ¿Esa es una medida positiva?

— Está bien. Por lo menos van a pagar el mismo impuesto por esos productos que los que tienen que pagar comprando a la industria nacional. Ahora, eso no soluciona nada. Y además, se prevé ampliar el monto de las compras, creo que eso va a ser negativo.

—¿Y con el contrabando?

—Lo vemos con mucha preocupación. Nos afecta mucho. Peor, porque parece que en nuestra sociedad está tan normalizado que no se considera algo negativo. Yo no, no estoy dispuesto a aceptar algo que es ilegal y que nos hace tanto daño. No es el vecino de la frontera que hace un surtido, son las bandas criminales organizadas las que hacen muchísimo daño. Vamos a insistir con nuestros reclamos en ese sentido.

—El incentivo está, cada vez que comparamos costos en lo local y en los países vecinos…

—Es cierto, sí. Pero no podemos normalizarlo. Y además del delito en sí, hay diferencias enormes en costos y exigencias a la industria nacional, comparando con Argentina o Brasil.
Si acá exigimos un montón de normativas, con costos muy elevados, y en los países de al lado no funciona de la misma manera, son costos imposibles de solventar.

—¿Considera que la industria local está desprotegida?

—No diría desprotegida. Creo que no está valorizada como debiera. No le damos al emprendedor local el valor que tienen por su esfuerzo. No hemos logrado que eso sea considerado como un valor.

—Si hablamos del empleo en el sector industrial, tanto las horas trabajadas como el personal ocupado ajustan sistemáticamente a la baja. ¿Hay destrucción de empleo, sustitución por tecnología?

—Es un poco de todo. Generalmente, las empresas que tienen problemas de competitividad y productividad, son las más intensivas en mano de obra. Y muchas veces, las que cierran son esas. Por otra parte, también están aquellas empresas que apuestan a incorporar más tecnología.
Ahora, hay que tener claro que la mayor automatización de procesos no es una opción, es una obligación para las empresas. No es que yo elijo mejorar un proceso productivo. Es una necesidad, porque si no desaparezco. Industrial, que no innove, va a desaparecer.
Y no es que uno incorpora tecnología y eso permite trabajar menos horas, como se plantea en algunos casos sonados estos días.

—¿Generar una mejora de productividad vía incorporación de nueva tecnología, no tiene como contrapartida una reducción de la jornada laboral con el mismo salario?

—No es así. No puedo, porque incorporé tecnología, hacer un disparate en mi empresa, reduciendo las horas de trabajo, porque yo necesito competir. No es viable bajar de 8 a 6 horas, salvo en algún sector o área en particular, pero no es algo generalizado.
En torno a estos temas hay confusiones, se mezclan y se generan conflictos que no tienen sentido. En la mayoría de las empresas que se ha dado una situación similar a la del puerto, para citar el ejemplo de estos días (CTP), en ningún caso se hablaba de reducir personal.

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY - 13 Octubre 2025