Un pantano con “olor a lechuga podrida” en Laguna Garzón: invasión de plantas, bichos pica pica y cianobacterias
Hay una guerra contra las plantas acuáticas que desprenden olor nauseabundo, bichos que irritan la piel y cianobacterias. El ministro de Ambiente decidió ayer abrir la laguna al océano.De niño Gonzalo Gari llegaba con su padre a la boca de la laguna Garzón a pescar pejerrey, que por aquel entonces abundaba en sus aguas bastante transparentes, unidas con frecuencia al océano.
Hoy, a sus 62 años, tiene una casa al costado de la laguna, bien al fondo de un angosto camino que sube desde el mar. Es abogado y este es su refugio aunque los pejerreyes sean una verdadera rareza en la laguna y también sea una rareza que exista unión con el océano. Desde allí, a metros del agua, se conecta a una charla por video con otros vecinos de la zona. Del otro lado de la pantalla, Laura Moñino está en el balneario La Juanita: es una ingeniera agrónoma argentina que se mudó a Maldonado hace más de 35 años y dirige una escuela de deportes náuticos; enseña windsurf, kitesurf y wingfoil. Juan Pablo Long aparece en la pantalla desde la parada 42 de la Mansa: él también es ingeniero agrónomo y también enseña kitesurf. Haroldo García Arocena es un productor agropecuario que se conecta desde el borde de la laguna, donde está su campo, y Eduardo Caride un abogado argentino que integra la liga de fomento de José Ignacio y la Comisión Asesora Específica (CAE) que decide sobre el futuro de la laguna. Saluda desde el casco de José Ignacio.
Los cinco vecinos se juntan en una charla virtual con El País con un solo objetivo: relatar que están preocupados, irritados y angustiados por lo que entienden es una agonía de la Laguna Garzón, con sus 18 kilómetros cuadrados que separan Maldonado y Rocha, su puente circular que —algunos dicen— ha provocado consecuencias ambientales y sus problemas en la calidad del agua en una zona que es parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas desde 2014.
Lo que era una laguna donde hasta hace poco se pescaba, se hacían deportes acuáticos y algunos se bañaban hoy es algo así como un pantano de agua dulce, entre marañas de raíces y plantas acuáticas, invasión de lo que los locales llaman bichos “pica pica” que irritan la piel durante horas y, la novedad de los últimos días, la aparición de cianobacterias.
El tema de las plantas se arrastra desde hace varios años, aunque el fenómeno apareció de forma intensa sobre todo en 2022: manchas en el agua que por momentos han ocupado el 90% de la laguna. No es solo superficial: la planta (o “el pasto”, como le dicen los pescadores) se llama Myriophyllum quitense Kunth, tiene raíces de casi dos metros hasta el suelo y es nativa de los humedales del sur de América. No es la primera laguna uruguaya en la que han aparecido pero sí la primera en la que se dio un crecimiento “tan rápido y alcanzando una superficie tan extensa”, dice un informe del Departamento de Sistemas Costeros y Marinos del Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República, citado en esta misma sección el año pasado. Tanto que los pescadores ya no pueden trabajar en la laguna: uno de los históricos y emblema de la zona, José Luis “Beto” Pérez, decidió dejar Garzón y mudarse a la Laguna de Rocha. Los Fontes, dueños de la tradicional pescadería Lagumar, tampoco pescan más en la laguna y hablan de “pescados cancerígenos” (ver recuadro más abajo).
Lo de las cianobacterias —que tiñen el agua de un color verde fosforescente— es cambiante, aparecen y desaparecen según diversas variables. Incide el calor y la presencia de agua mayormente dulce, lo cual hoy sucede porque la laguna no se abre al mar hace medio año. El Ministerio de Ambiente anunció esta semana que las floraciones tenderán a “incrementarse”.
“Yo estoy todo el tiempo con las patas en el agua y adentro del agua”, dice Laura Moñino y explica que con la llegada de la primavera el crecimiento de las plantas “es totalmente exponencial, es terrible”, al igual que todo el sistema que actúa alrededor. Por estos días hay una gran cantidad de hojas y raíces en el espejo del agua y otras en el fondo en descomposición. “En términos llanos, el agua se pudre”, confiesa a El País Virginia Villarino, directora de Ambiente de la Intendencia de Maldonado.
“Cuando te caés de la tabla, las sentís”, dice Moñino, y cuenta del olor nauseabundo que provoca, lo cual es ratificado por Gari desde su casa a metros del agua. “La laguna se pudre y cada vez se pudre más por su propia generación de nutrientes que a esta altura son contaminantes”, explica, “el olor a lechuga podrida es notorio”.
“Pero no es solo el olor de la descomposición, sino que hay algo más por un proceso químico orgánico, como ácido”, dice Moniño. Long habla de “un caldo que se está pudriendo” y dice que el volumen de plantas, de materia orgánica y “de barro” ha aumentado. La laguna va rumbo a ser “un pantano”, vaticina. Gari lamenta: “Son años de destrucción”.
En ruta hacia Maldonado, la directora de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente, Estela Delgado, responde a El País y dice que “la propia putrefacción” de las plantas es lo que ha hecho que prosperen las cianobacterias.
¿Y qué es eso de los “pica pica”? Los pescadores dicen que es “un bichito”. El fenómeno se presenta al menos desde el año pasado y aparece cada cierto tiempo. “Te toca la piel y te produce una reacción alérgica que dura cuatro a ocho horas de insoportable picazón; cuánto más alérgico sos, dura más”, sostiene Moñino, “no sabés lo que es con los nenes chicos, al principio las mamás llamaban desesperadas”. Ella preguntó al CURE qué era ese microorganismo y no le supieron decir. No se trata de una planta ni un alga, asegura la bióloga Lorena Rodríguez, docente del CURE, desde su oficina en Rocha.
¿Pero cómo se llegó hasta esta situación, el llamado proceso de eutrofización? Hay consenso entre los técnicos respecto a que influyen aportes de nutrientes en el agua (sobre todo fósforo y nitrógeno) que actúan como fertilizante. Eso promueve un crecimiento descontrolado de productores primarios, “a veces algas, a veces plantas, a veces cianobacterias”, dice la bióloga Rodríguez. En el último muestreo del CURE, realizado la semana pasada, a las plantas “no se las veía muy saludables”; algunas “se están muriendo pero otras brotan” por lo que no van a desaparecer, sostiene la bióloga. “Y cuando las plantas retroceden, aparecen cianobacterias porque compiten entre sí, dado que los fertilizantes ya están en el agua”, indica la investigadora.
¿Las razones? Los nutrientes llegan desde el suelo a los cursos de agua, lo que aumenta “en forma dramática” con la producción agropecuaria por el uso de fertilizantes y con la urbanización, según sostienen los académicos.
Pero justo en Garzón no hay una zona tan densamente poblada como para explicar el aumento tan fuerte, admite Rodríguez. ¿Incide más la producción agrícola? “Ha aumentado desde 2005 a 2015, cuando se dio el boom de los cultivos. Ahora la producción está estable pero sí, esos fertilizantes llegan a los cursos de agua”, responde Rodríguez.
El biólogo Néstor Mazzeo, investigador del Instituto Sudamericano para Estudios sobre Resiliencia y Sostenibilidad, dice que el aporte rural “es muy superior” en esa zona respecto al urbano: “Hay que regular el tema de del pastoreo de la ganadería sobre los márgenes del cuerpo de agua, el bosteo en esa zona”.
Los vecinos dicen que en las reuniones del CAE se manejó el dato de que la agricultura está presente en entre el 3 y el 5% de la cuenca. El productor Haroldo García se defiende: dice que la producción agropecuaria “tiene mal nombre para la burocracia montevideana”. Y tira un dato: “Le echan la culpa al supuesto aumento descomunal del área agrícola pero en la cuenca se planta mucha menos soja que hace 10 años atrás, cuando teníamos una laguna fantástica con la mejor agua de las lagunas costeras”.
La bióloga Rodríguez afirma que, cuando aparecieron las plantas en Garzón, también lo hicieron aunque en menor medida en las lagunas de Castillos y Rocha. “Hay un proceso regional, y eso solo puede ser por los temas más climáticos en un sistema de por sí vulnerable”, dice la experta, y abre una ventana. “Hace cuatro años que estamos con anomalía de lluvias, años secos especialmente en verano, lluvias menos abundantes”.
El clima, entonces, juega un papel preponderante. Pero, suponen, también incide el puente circular diseñado por el arquitecto Rafael Viñoly e inaugurado en 2015. La bióloga Rodríguez dice que “el puente, con sus pilares, interviene” ya que el intercambio de agua no es el mismo. Detalle nada menor: se construyó un puente redondo con un estudio de impacto ambiental de un puente recto. Y además hay una especie de camino sumergido que no fue removido: se construyó porque una máquina se cayó al agua en plena obra, por lo que tuvieron que construir un terraplén en la laguna. Eso ayuda a acumular nutrientes.
El reclamo de abrir la Laguna Garzón al mar
La laguna “se muere”, dicen los vecinos.
—¿Es tan grave la situación?
—Como es un área protegida —responde la directora Estela Delgado—, la gravedad está dada en regular estas poblaciones de cianobacterias y plantas, que se salen de control. Y se afectan las cuestiones recreativas y a los pescadores. Pero yo no veo un riesgo ambiental.
—¿Podemos decir que el agua está contaminada?
La que responde ahora es la científica Rodríguez, del CURE:
—Si vas al sentido estricto de contaminación sí podés decirlo, porque es agua enriquecida de nitrógeno y fósforo, con valores más altos de lo que sería una laguna en estado más natural —dice y luego matiza—. Ahora, a nivel de pesticidas, de metales pesados y coliformes, la laguna está en valores relativamente aceptables. Desde ese punto de vista no podemos decir que esté contaminada.
Héctor Caymaris, supervisor y coordinador de áreas protegidas y reservas naturales en la Intendencia de Rocha, también le quita algo de trascendencia al tema. Dice que es “una especie nativa que vive en la zona, que encontró condiciones muy buenas para desarrollarse y ha tenido un boom”. El desafío, admite, es cumplir con la norma ambiental pero “escuchando a los vecinos”.
Y ese es el tema: los vecinos están enojados. Para ellos, hay una causa “única” de la invasión verde: que no se abre la laguna al océano, lo que impide que entren nuevas corrientes que corten el fenómeno porque las plantas tienen poca tolerancia al agua salada.
La realidad es que hasta 2020 la laguna se abrió en forma artificial varias veces al año con una pala mecánica que presta la Intendencia de Rocha y la ayuda de pescadores. Estaba abierta cerca de una tercera parte del año. Pero luego eso se fue espaciando a un mes al año (como mucho). Cambió el criterio, por decisión de las autoridades del momento, que buscaban un proceso más natural. “Hubo una disminución de la frecuencia”, confirma la directora Delgado, “ahora hicimos acuerdos con la Universidad para generar conocimiento científico que nos dé soporte para la toma decisiones”.
Desde que se creó el Ministerio de Ambiente, dice el productor Haroldo García, “notamos que la idea era no abrir la barra aunque nunca lo dijeron claramente pero los pasos siempre fueron para ahí, porque lo consideraban una cosa mala”.
En octubre pasado, como delegada del grupo de escuelas de deportes náuticos, Moñino dirigió una carta al ministro de Ambiente Edgardo Ortuño pidiendo “una reunión urgente de la CAE Laguna Garzón y la apertura de la barra (…) permitiendo la entrada del camarón y renovando la biodiversidad, mejorando la salud del ecosistema”. La comunicación del mar con la laguna “mejorará las condiciones de sanidad eliminando sedimentos y agroquímicos vertidos en toda la cuenca, disminuyendo la eutrofización, permitiendo el acceso de intercambio biológico y aumentando la salinidad del agua, controlando el crecimiento de las plantas acuáticas”, dice la nota.
El protocolo que se diseñó en la CAE, aunque formalmente nunca ha sido aprobado, establece que el agua debe llegar a una cota de 1,90 metros para abrir la laguna pero en la práctica rara vez se llega a esa altura. Por estos días se encuentra entre 1,40 y 1,50 metros.
La última oportunidad que la laguna se abrió al océano fue en mayo pasado, aunque ayer el Ministerio de Ambiente resolvió una nueva apertura. Aquella vez fue exitosa: duró 23 días (porque también ha sucedido que a los pocos días se cierra naturalmente). “Entró agua de mar y biodiversidad y logró controlar en parte el crecimiento de las plantas”, dice Moñino; el frío también ayudó, claro.
Pero no es simple: hay que encontrar el momento oportuno y el lugar ideal con un pronóstico adecuado de vientos y mareas. Explica Moñino en su carta: “Al inicio el viento norte que empuje el agua dulce y nutrientes hacia el mar, socavando y profundizando el canal, con coincidencia de marea baja. Luego la incidencia de vientos del cuadrante sur y marea alta permitirán una buena entrada de agua salada”.
La ingeniera dice que Garzón es la única de las cuatro grandes lagunas costeras —las otras son Rocha, Castillos y José Ignacio— que está casi todo el año cerrada; las otras están “sanas, sin plantas, con salinidad correcta”. Es, a juicio de estos vecinos, “el último orejón del tarro”.
Caride, el abogado argentino que integra la CAE, dice que “es imposible que un señor en Montevideo pueda tomar la decisión y tenga la velocidad para responder”. Hay que resolver con urgencia pero a veces cambia todo “desde que se dan las condiciones hasta que deciden abrirla”. Y no sirve para nada.
El ministro interino de Ambiente, Oscar Caputi, firmó ayer la resolución, que indica que la apertura artificial se hará entre este sábado y el martes “con carácter excepcional”, atendiendo a las floraciones de cianobacterias cubriendo gran parte de la superficie de la laguna.
Villarino, de la intendencia de Maldonado, explica que el de Garzón es un sistema complejo “donde tenés que tener un ojo muy afinado para tomar medidas” porque cuando se abre la laguna tiene que haber un efecto “como cuando tirás la cisterna” del baño.
La bióloga Rodríguez sostiene que en primavera “es bastante recomendable” una conexión al océano, porque entran recursos acuáticos marinos y porque con el calor hay más concentración de nutrientes. Los vecinos, desconfiados, manejan todo tipo de hipótesis para la demora en abrir la laguna al mar. “Yo no sé si no hay una mano negra detrás”, insinúa Gari, “queriendo sacar a los pescadores de donde están para recuperar terrenos de alto valor. No quiero hablar de grandes conspiraciones. Pregunto: ¿sirve que haya pescadores en una barra con una posición privilegiada?”.
—¿Pero cuál puede ser la intención de las autoridades para no abrir la laguna?
—Primero, sale caro —dice Gari—. Nadie va a gastar en una laguna salobre que no sirve para producir nada, salvo pesca artesanal. Después tenés casos como el de Laguna del Diario donde hay lanchas que cosechan plantas, las sacan del agua. Un curioso negocio que sale un fangote de plata si lo querés bancar.
En Garzón se “cosechó” —como se le dice a sacar las plantas del agua— una vez el año pasado: el servicio lo da una empresa privada y debían pagarlo los vecinos, por lo que se descartó. Además, la llamada cosecha tiene sus problemas: no alcanza con hacer una pasada, que lleva muchos días porque el área es grande. “Ya te empezó a crecer de vuelta a medida que vas cortando”, dice Villarino.
El futuro de la Laguna Garzón
Haroldo García se imagina “un desastre” si sigue todo igual. “Hay cosas que rompen los ojos”, dice Gari con vehemencia, “ya no se soluciona con la apertura de apósito una vez cada tanto cuando nosotros tiramos piedras, eso es una vendita arriba de una infección funesta”. Moñino habla de un “plan de aperturas sistemáticas y organizadas” en base al estado de salud de la laguna. Long asiente: “Entra la sal, que es un herbicida natural, pero la planta está arraigada al sustrato, no es que la abrís y muere instantáneamente y sale”.
Ellos plantean entre seis y ocho aperturas al año, coordinadas con mareas, vientos y ciclos de desove. La recuperación total llevaría hasta cinco años, según un plan que han diseñado.
La situación es “nefasta” para los productores rurales y para las escuelas náuticas, “la pesca no existe más y la laguna perdió la calidad del agua”, resume García Arocena, el productor rural que descree de la academia cuando afirma que la producción agrícola tiene su responsabilidad. “Lo malo, lo tramposo, es buscar excusas de lo que se hizo a sabiendas. Lo veíamos quienes somos totalmente legos del tema ambiental... Era obvio que si no se abría la laguna, iba a modificarse el ecosistema”.
TESTIMONIO
“Pescados como cancerígenos”: el relato de los pescadores
La familia Fontes son los dueños de la tradicional pescadería Lagumar, ubicada del lado de Maldonado de la laguna. Están hace 35 años en la zona, venden al público y también a restoranes como La Huella de José Ignacio.
Viviana Fontes dice a El País que “la situación está horrible, con la laguna repodrida que parece un pantano y algunos días con olor insoportable”, tanto que ellos han dejado de pescar allí y ahora solo lo hacen en el mar.
“No podemos pescar y encima no te podés meter al agua por la picazón” que provoca “un bicho chiquito” que “se prende de las piernas, las manos y los brazos”. Algunos también les llaman garrapatas y están en toda la laguna. “Yo tengo clientes que hacen kite y llegan quejándose mal, a veces les alcanzo alcohol para que se pasen y aliviar un poco”, cuenta.
Para pescar en la laguna hay que navegar más de media hora hasta el fondo “pero los pastos se enredan en el motor y en la malla”. Hoy nadie pesca ahí, van a la laguna de Rocha o José Ignacio, que están limpias, o pescan en el océano.
Cuando la laguna se abría más seguido al mar, había camarones, pejerrey, lenguado, corvina negra y mingo, entre otras especies. Eso además de las especies de agua dulce, como tararira, bagre y lisa.
“Ahora incluso agarras pescado y esta como cancerígeno, así le decimos nosotros. Están vivos pero lastimados y hiede esa parte”, asegura. ¿Y eso qué es? “No sé, creo que de los mismos químicos que echan en los campos: cuando llueve, el agua baja a la laguna. Al no abrirse y entrar el agua salada, queda todo ahí”.
