Opinión Nicolás Lussich
Nuevos desafíos forestales
En el desayuno anual de la Sociedad de Productores Forestales (SPF) se expusieron las fortalezas del sector, su relevancia en la economía y el potencial de crecimiento. Entre el respaldo del gobierno y las dificultades burocráticas.Ocupando algo menos del 7% de la superficie productiva total del Uruguay (gráfica), la forestación se ha consolidado como un sector clave en la economía, liderando las exportaciones, junto a la ganadería y la agricultura, y desarrollando una actividad industrial de primer nivel, especialmente en la producción de celulosa, con 3 plantas de alta productividad y calidad. A eso se agrega el sector de procesamiento de madera sólida y sus derivados.
En el desayuno anual de la Sociedad de Productores Forestales (SPF), sus integrantes volvieron a remarcar esto porque, pese a los innegables datos de la realidad, aún persisten mitos y medias verdades que traban el desarrollo de un sector que -aún con los logros ya obtenidos- tiene mucho potencial de nuevo crecimiento.
En el evento -en el discurso y en los diálogos “off the record” entre los asistentes- se señalaron complicaciones en al menos tres niveles. Por un lado, las exigencias burocráticas a nivel del ministerio de Ambiente donde -con el argumento de la preservación y protección ambiental- se terminan trabando al extremo las nuevas iniciativas del sector, tanto en las plantaciones como a nivel industrial.
Pese al explícito apoyo del gobierno (así lo manifestó Alejandro Sánchez, Secretario de Presidencia, en el evento) en cuanto a ir por más área forestal, al “bajar” a los vericuetos burocráticos del Estado, ese respaldo no es claro. En Ambiente, entre otros líos, se están exigiendo requisitos para nuevas plantaciones forestales que más parecen una actitud anti forestal que una preocupación por el entorno.
Un segundo plano de preocupación son los problemas de acceso y conexión a la energía eléctrica a nivel de las industrias. Y aquí sucede lo de siempre: los grandes proyectos, de repercusión nacional, que atraen a los representantes políticos a ineludibles cortes de cintas en compañía de cámaras y flashes, logran sortearlos a puro empuje.
Pero los emprendimientos medianos, en muchos casos de inversores locales o medianos inversores externos, se la ven en figurillas para hacerle entender a UTE que una demora de 3 a 4 meses (o más) puede echar por tierra un proyecto industrial; cosa que efectivamente ha pasado.
Otro punto de preocupación, también a nivel industrial, son las dificultades para establecer cambios en la categorización de padrones rurales a industriales, para -precisamente- instalar plantas. Aquí, una vez más, los tiempos del Estado son desesperantemente más lentos que los de los empresarios, que son los que invierten, arriesgan y -si pueden- hacen crecer la economía.
Avances y desarrollo
Aún con las dificultades señaladas, el sector reiteró su potencial de crecimiento. La SPF plantea -en base a estudios técnicos, como el que presentó la consultora Exante- que aumentando la superficie en unas 500.000 hectáreas (aproximadamente un aumento del 50%) el Valor Agregado aportado por el sector forestal crecería de 5,8% al 8,5% del PIB (cuadro).
En el mencionado evento, Sánchez dobló la apuesta: “¿Por qué no sumar 1 millón de hectáreas más?”, señaló, y remarcó que el gobierno mantendrá las reglas de juego, ante el cerrado aplauso de los asistentes. Sería bueno que se enteren los mandos medios a lo ancho de todo el Estado.
Aunque pueda sorprender, el planteo de Sánchez es lógico: la forestación ha sido clave en la dinámica económica de los últimos años en Uruguay, especialmente -aunque no solamente- por las grandes inversiones en plantas de celulosa, que movieron fuerte al alza el PIB por el movimiento en la construcción y lo dejaban, en escalones secuenciales, cada vez más arriba. En el escenario actual en el que la economía está desacelerando, la posibilidad de nuevas inversiones de este tipo es particularmente atractiva, aunque -así lo reconoció el propio jerarca- no se concretan de un día para el otro y hay que prepararlas, disponiendo la infraestructura y otros recursos.
Más allá de las proyecciones de largo plazo -y a pesar de las dificultades mencionadas- se van concretando destacados avances en el sector.
Por un lado, en el área de la industria de madera sólida, y con diversos grados de avance, las empresas Lumin, Urufor y Braspine están progresando en sus nuevos proyectos industriales, que suman unos U$S 340 millones de dólares y sumarán cerca de 1.000 empleos directos adicionales.
No es novedad que esta “rama” del sector forestal ha avanzado de manera más lenta y trabajosa que la industria celulósica. Esto no se debe a ningún problema intrínseco, sino a cuestiones bastante obvias.
Por un lado, los costos del Uruguay son altos y en estas industrias impactan más (la celulosa tiene energía propia y escalas que permiten superar estas cuestiones, además del régimen de Zona Franca); además, las limitaciones de inserción comercial externa de Uruguay dificultan especialmente las exportaciones de madera sólida (para celulosa, los aranceles son bajos o nulos).
Estas dificultades comerciales están detrás de la reciente decisión de Lumin de enviar a seguro de paro su plantilla en Tacuarembó (retomarán la actividad en enero), por acumulación de stocks.
La misma empresa que invierte en su nueva planta en Cerro Largo, tiene que tomar decisiones duras para preservar sus equilibrios y sostenibilidad. No es sencillo hacer negocios.
Esta dinámica forestal tiene -a su vez- efectos indirectos muy importantes, no siempre fáciles de apreciar y cuantificar. Desde las nuevas capacidades tecnológicas (expertos en sistemas, logística, ambiente, ingeniería química, nuevas maquinarias, etc.) que se van acumulando al capital productivo y humano, hasta el propio empleo directo e indirecto.
Según Exante, el sector sostiene casi 23.200 empleos directos (gráfica) con un monto anual de remuneraciones pagadas de U$S 775 millones, con salarios claramente por encima del promedio de la economía. Incluyendo impactos indirectos e inducidos, el sector da soporte a unos 46.000 empleos en la economía y paga remuneraciones (brutas) por U$S 1.250 millones, según el estudio de la consultora.
El vicepresidente de la SPF, Francisco Bonino, destacó que en Montevideo hay miles de empleos en fabricación de muebles y otros artículos, que se basan en el procesamiento de la madera uruguaya. Hay otros efectos indirectos visibles. En los últimos días, el Grupo Ras -empresa global uruguaya de logística- comenzó la incorporación de 7 locomotoras para dar servicios logísticos ferroviarios, que -entre otras líneas- usarán el Ferrocarril Central, infraestructura que no estaría disponible sin el desarrollo forestal.
Al mismo tiempo, UPM acaba de presentar a las autoridades un Análisis Ambiental de inversiones proyectadas en su planta de Fray Bentos, que llevarían la producción de celulosa allí de 1,3 a 1,5 millones de toneladas, sin modificar los límites de emisión vigentes.
La planta opera aplicando las Mejores Técnicas Disponibles (BAT, sigla en inglés) reconocidas internacionalmente, asegurando procesos eficientes y un desempeño ambiental alineado con los más altos estándares de la industria. Este posible aumento de producción (la inversión aún no está decidida) se basa en la continua mejora de la productividad, desde los bosques hasta los puertos.
De manera que el sector confirma su alto potencial de crecimiento y aporte a la economía, con nuevas áreas de desarrollo como biomateriales de múltiples usos, su aporte en el área de la energía y un desarrollo descentralizado, con impacto muy positivo en las nuevas comunidades forestales en todo el país.
