Gabriel OddoneLa llave fiscal y social está en el crecimiento

La nueva administración (lo mismo si hubiera sido la otra opción) debe lidiar con el bajo crecimiento para gestionar la coyuntura y al mismo tiempo hacer las reformas que mejoren el crecimiento a largo plazo.Durante la pasada campaña electoral, ambos contendientes aludieron al crecimiento económico como llave para resolver nuestros problemas fiscales.

En alguna columna llegué a ironizar con la magia de las planillas Excel, que, con una línea asignada a la tasa de crecimiento de la economía, lo fiscal podía “cerrar” a la perfección para algún valor a asignar a esa tasa.

Recuerdo que, sobre finales de 1989, al pasar a integrar lo que luego sería el equipo económico del gobierno del presidente Lacalle Herrera, conocí al entonces representante residente del FMI, de quien mucho aprendí en los dos años siguientes. Una de sus lecciones más valiosas fue más o menos la siguiente: “si vas a hacer un ajuste fiscal (antes llamábamos a las cosas por su nombre) debes sumar todo lo cierto, cosas tales como aumentos de impuestos o de tarifas públicas y recortes de inversiones concretas, pero no debes sumar aquello que se promete, pero sin certeza, como los recortes de los gastos, ni asumir crecimientos de la economía que no puedas asegurar a priori”.

Pasó la campaña, uno de los contendientes llegó a la administración, habla de “consolidación fiscal” pero sin anunciar medidas fiscales, sino esperando que el crecimiento de la economía resuelva con el tiempo ese problema.

El crecimiento de la economía es, sin dudas, la llave para encaminar la agenda de un gobierno. No sólo en el frente fiscal sino en el frente social. El crecimiento económico suele resultar muy parecido al de la masa salarial, es decir el producto de la cantidad de personas ocupadas y sus salarios. Por ejemplo, si en este quinquenio la economía crece al 2% anual, y se busca que la cantidad de personas ocupadas crezca al 0,5% anual (a esta tasa creció la PEA en los últimos 10 años) entonces los salarios reales no deberían crecer a más de 1,5% anual en el período. Pero con un crecimiento del PIB de sólo 1% anual, ya no habría posibilidad de subir el salario real a una tasa mayor al 0,5% anual. Y, en cambio, si la economía crece al 3% cada año, los salarios reales podrían subir alrededor de 2,5% por año. De estos cálculos, a la suerte electoral del gobierno en la elección siguiente, hay sólo un paso.

Pero, volvamos a lo fiscal. Se estima que hay una relación del orden de uno a uno entre el crecimiento de la economía y el de la recaudación de impuestos. Por lo tanto, a mayor tasa de crecimiento del PIB habrá más “espacio fiscal”. Y hoy día el gobierno se ha planteado varios propósitos para los recursos que le pueda allegar el crecimiento económico: la consolidación fiscal ya referida, la mejora de la distribución del ingreso “sin romper reglas” y la obtención de recursos para las áreas que considera prioritarias (la seguridad y la matriz de protección social, en especial en lo atinente a la infancia y la adolescencia).

En ese contexto, se vuelve muy importante ser cuidadosos a la hora de proyectar la trayectoria del PIB en el quinquenio, lo que el MEF deberá hacer antes del 31 de agosto en el Presupuesto. Los antecedentes no son buenos. En 2015 el ministro Astori proyectó un crecimiento del 14,6% y terminó siendo de 5,0%. En 2020 la ministra Arbeleche proyectó uno de 11,7% y fue de 6,4%. Ambos esperaban llegar a un déficit fiscal de 2,5% del PIB en el quinto año y llegaron a uno superior al 4% del PIB.

A todo esto, ¿cuánto vamos a crecer en estos cinco años? ¿A la tasa de largo plazo? ¿Y cuál es ella? El MEF trabajó con sucesivas tasas en los últimos años, que cambiaban de magnitud con demasiada frecuencia. La última, del 2,8% anual. Increíble. A ojo de buen cubero la estimo entre 1% y 2% y más cerca de 1% que de 2%. Y más allá del propio crecimiento, el cálculo no es inocuo desde el punto de vista fiscal pues, a mayor tasa, mayor es el ajuste por el ciclo económico en beneficio del resultado fiscal estructural. Razón de más para seguir viendo los números observados de siempre, sin supuestos ni creatividad, como siempre sostenemos con Lito Alfie.

Y si vamos a los fundamentos del crecimiento de la economía, no nos puede sorprender una tasa relativamente baja, como la de los últimos 10 años (1,1%).

Uno, el capital humano, con los malos resultados que son conocidos en materia de educación.

Dos, la escasa inversión en bienes de capital, que, sin contar los grandes proyectos como el de UPM, se ha ubicado en el 15% del PIB en los últimos años. Que es muy poco.

Tres, el “atraso cambiario” también conocido, evidente sea cual sea el indicador de tipo de cambio real que se considere, o del costo de los salarios en dólares ajustado por los precios en la extra región o por nuestros precios de exportación.

Cuatro, la emigración de nuestros compatriotas que fue tan numerosa como la inmigración de sud y centro americanos que abandonan sus países en crisis, como quedó establecido en la comparación intercensal de 2011 y 2023.

Todo eso conduce a que si no recibimos “viento de cola” no crecemos significativamente, porque no nos hemos dedicado a poner un motor a nuestro velero. Que no implica otra cosa que producir las reformas estructurales que nos vuelvan más productivos.

Tal como mostró Ignacio Munyo, de Ceres, hace unos meses, desde el retorno de la Democracia el crecimiento económico promedio fue de casi 3%. Pero ese es el promedio de situaciones dispares: en los años de buen contexto externo, crecimos a casi 6% anual; cuando el contexto externo resultó negativo, caímos al 2% anual; y cuando las condiciones externas fueron neutras, crecimos al 1%, como en la última década. Según Munyo, esa tasa de 1% representa el aumento genuino y potencial del PIB en nuestro país. Coincido.

La nueva administración (lo mismo si hubiera sido la otra opción) debe lidiar con el bajo crecimiento para gestionar la coyuntura y al mismo tiempo hacer las reformas que mejoren el crecimiento a largo plazo. En el país que he denominado “del lucro cesante” y que Ignacio de Posadas ha llamado “del Pacto de la Penillanura”.

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY - 22 Abril 2025