Japón usa redes de colores para proteger los cultivos de los insectos.
Aunque cada especie tiene receptores distintos, la base de que ciertos colores interfieren en su visión abre un campo de estudio prometedor.Los agricultores japonese encontraron la forma de proteger sus cultivos de las plagas disminuyendo el uso de químicos. El secreto está en la colocación de redes de colores brillantes.
La vista del aire puede ser espectacular, son mallas o redes rojas de colores múltiples, similar al arcoíris. Quien las ve puede pensar que se trata de un elemento decorativo, pero en realidad no es así, su implementación es menos artística y más científica; menos espiritual y más terrenal: con esos colores, las redes confunden a los insectos, dificultándoles localizar las plantas debajo, reduciendo la presencia y la actividad de plagas tipo pulgones, moscas blancas y escarabajos.
En principio es una estrategia que reduce el suso de pesticidas, combinando buenos resultados productivos y ambientales.
Estas redes ópticas ofrecen una alternativa segura, limpia y sin químicos. Además, funcionan como telas de sombra durante los veranos intensos, ayudan a regular la humedad, protegen contra lluvias repentinas y vientos fuertes, e incluso algunas están diseñadas para filtrar longitudes de onda específicas que estimulan el crecimiento de las plantas.
RESULTADOS OBSERVADOS.
Se reduce significativamente el daño y la necesidad de pesticidas.
Los agricultores reportan una menor dependencia de químicos, lo que contribuye a la salud del suelo y del medioambiente.
Es un método que se considera parte de la agricultura inteligente, que busca soluciones sostenibles y tecnológicamente simples para problemas complejos.
LA OPINIÓN INTERNACIONAL.
Los investigadores japoneses publicaron resultados en revistas científicas como Nature y en reportes difundidos por EurekAlert, confirmando que las redes de colores no deben verse como un accesorio más, sino como una tecnología agrícola con impacto real.
La comunidad científica internacional sigue de cerca esta línea de investigación, y hay universidades europeas y centros agrícolas en América Latina que evalúan si el mismo principio óptico puede aplicarse a plagas locales, como los mosquitos de la fruta o los pulgones.
Aunque cada especie tiene receptores distintos, la base de que ciertos colores interfieren en su visión abre un campo de estudio prometedor.
COSTOS NO DEFINIDOS AÚN.
De acuerdo a lo investigado por Todo El Campo, en Japón no hay datos oficiales de costos exactos pero hay consenso en considerar que es una solución de bajo impacto económico en comparación con el uso intensivo de pesticidas.
Los reportes destacan que su instalación requiere una inversión inicial en materiales y mano de obra, pero a mediano plazo resulta más económica.
Los costos están determinados por el material y la calidad de las redes, en su mayorá son mallas plásticas o textiles tratadas para resistir la intemperie y mantener los colores vivos.
El área a cubrir es otro punto relevante, como la instalación que requiere postes, tensores y mano de obra para colocar las redes sobre los cultivos.
La durabilidad a largo plazo amortiza la inversión inicial.
En Japón se presentan como una solución accesible y replicable para pequeños y medianos agricultores.
