Uruguay frente al cambio climático
Entre la resiliencia y la urgencia
Uruguay, históricamente considerado un país “seguro” ante los desastres naturales, ya no escapa a los efectos cada vez más visibles del cambio climático. Sequías prolongadas, tormentas extremas, crecidas repentinas y pérdida de biodiversidad son señales de una transformación ambiental que avanza más rápido de lo que el país puede adaptarse.
Durante los últimos tres años, el territorio nacional vivió el impacto directo de la peor crisis hídrica en medio siglo. La escasez de lluvias afectó el suministro de agua potable en Montevideo y Canelones, dejó al descubierto la fragilidad de los sistemas de reserva y encendió las alarmas sobre la gestión de recursos hídricos en un contexto de mayor variabilidad climática. La sequía no solo golpeó al consumo humano, sino que redujo la producción agrícola y ganadera, afectando las exportaciones y el ingreso rural.
A la inversa, cuando llueve, llueve demasiado. En los últimos dos años aumentaron los eventos de lluvias torrenciales en cortos períodos, generando inundaciones repentinas en zonas urbanas y rurales. El Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) y el Sistema Nacional de Emergencias (Sinae) coinciden en que la frecuencia e intensidad de estos episodios se ha duplicado en las últimas dos décadas. Rivera, Durazno y Rocha han sido algunos de los departamentos más castigados por este patrón irregular.
El cambio climático también deja huellas más silenciosas: el aumento de la temperatura media anual, la pérdida de bosques nativos, la erosión costera y el retroceso de ecosistemas marinos. En la franja costera del Río de la Plata, playas como las de San José, Canelones y Maldonado registran una retracción constante del litoral. En Colonia y Rocha, los técnicos observan la salinización del suelo y la intrusión marina en acuíferos subterráneos.
Uruguay se encuentra, además, en una zona donde los efectos de El Niño y La Niña se sienten con fuerza creciente. Los vaivenes entre años extremadamente secos y otros con exceso de lluvias desbaratan cualquier planificación agropecuaria de largo plazo. Los productores familiares, que representan buena parte del entramado rural, son los más vulnerables a estas oscilaciones.
A nivel institucional, el país cuenta con una Política Nacional de Cambio Climático y el Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático (SNRCC), impulsados por el Ministerio de Ambiente. Uruguay ha sido pionero en la matriz eléctrica renovable, con más del 95% de su energía proveniente de fuentes limpias. Sin embargo, los especialistas advierten que la adaptación no se resuelve solo con energía: hace falta una política integral que incorpore gestión de suelos, planificación territorial, conservación de agua y medidas sociales de mitigación.
Los pronósticos climáticos para la próxima década no son alentadores. Se espera un aumento sostenido de las temperaturas promedio, veranos más largos y húmedos, inviernos más cortos y la multiplicación de eventos extremos. Montevideo y la zona metropolitana deberán enfrentar mayores riesgos de anegamientos, mientras que el interior soportará olas de calor y nuevas tensiones sobre los cultivos.
El desafío de Uruguay no es solo ambiental, sino también político y económico: transformar la conciencia climática en políticas públicas de largo aliento. Los expertos insisten en que el tiempo de la advertencia terminó. Ahora, lo que se necesita es gestión, inversión y decisión.
El cambio climático ya no es una amenaza futura: es el presente que condiciona el desarrollo del país.