América Latina y el Caribe “cuentan con una base sólida para el proceso de transición hacia un modelo energético sostenible”
América Latina y el Caribe “es una región rica y diversa en recursos energéticos: desde energía hidroeléctrica, geotermia y solar en Centroamérica, hasta gas natural y energías renovables no convencionales en el Cono Sur”.Con el objetivo de promover y favorecer la integración del sector energético en la región, se creó en 1964 la Comisión de Integración Energética Regional (CIER).
Con sede en Uruguay, es una organización de carácter internacional regional sin fines de lucro, con estado diplomático reconocido por nuestro país, que reúne a casi 290 empresas y organismos del sector energético de 17 países de América Latina y el Caribe. En este marco, Rutas del Cambio entrevistó al director ejecutivo de CIER desde 2018, Ing. Tulio Alves, de nacionalidad brasileña, y la coordinadora internacional de distribución, Ing. Alexandra Arias, de nacionalidad costarricense.
Teniendo en cuenta el objetivo mundial, urgente, de transición hacia un modelo energético más sustentable y sostenible, detallaron que la integración del sector energético en América Latina y el Caribe mediante la cooperación regional “cobra una relevancia estratégica fundamental”. En este esfuerzo, destacan que la CIER “desempeña un papel clave al promover y facilitar dicha integración entre sus países miembros”.
Capacidades de la región
Desde CIER, mediante su papel estratégico como articuladora, destacan que América Latina y el Caribe “cuentan con una base sólida de capacidades técnicas, infraestructura energética en expansión y talento humano comprometido para acompañar el proceso de transición hacia un modelo energético más limpio y sostenible”.
En ese sentido, tanto Alves como Arias enumeran que la región presenta “una de las matrices eléctricas con mayor proporción de fuentes renovables a nivel mundial” y que “existen interconexiones eléctricas regionales en funcionamiento y otras en desarrollo, que permiten optimizar el aprovechamiento de los recursos disponibles”. Además, las empresas y organismos miembros “avanzan en la implementación de infraestructura inteligente, como redes eléctricas modernas, sistemas de almacenamiento y microrredes híbridas, especialmente orientadas a la electrificación de comunidades aisladas”.
Otro punto que destacaron es la disposición de un ecosistema técnico “consolidado”. Desde la CIER impulsan misiones técnicas, programas de formación y estudios regionales, contribuyendo así a reducir brechas de conocimiento y acelerar la adopción de tecnologías limpias.
A través de sus grupos de trabajo temáticos -como los de Energías Renovables, Movilidad Sostenible, Gestión de Pérdidas, Desarrollo Rural, Smart Grid, entre otros- CIER “facilita el intercambio de experiencias, normativas, la creación conjunta de soluciones técnicas y la armonización de prácticas en toda la región”. Fomenta de esta forma la articulación entre empresas, gobiernos, reguladores y centros académicos, generando redes de colaboración que permiten escalar soluciones adaptadas al contexto local. Un ejemplo es el grupo de movilidad sostenible, que ante la necesidad de descarbonizar el transporte, desarrolla diagnósticos regionales sobre el estado de la movilidad eléctrica; se generan espacios de articulación público-privada, se promueven estrategias de interoperabilidad de infraestructura de carga entre países, y se comparten experiencias pioneras, como las de Uruguay, Costa Rica, Colombia y Chile, en incentivos regulatorios, flotas públicas eléctricas y planificación de redes de carga.
El papel de UTE
Año tras año, numerosas empresas de la región son reconocidas por CIER, en diversas categorías, por su compromiso con la mejora continua, la innovación tecnológica y la atención al usuario. Un sistema que “permite visibilizar los avances que se están dando en toda la región y que genera un círculo virtuoso de cooperación, aprendizaje e inspiración mutua”.
Nuestra Administración Nacional de Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE) recibió en 2024 el Premio Oro de CIER por cuarto año consecutivo. “Reflejo del alto nivel de excelencia que pueden alcanzar las empresas del sector energético en América Latina y el Caribe”, expresaron. Uruguay cuenta actualmente con una matriz energética compuesta en más del 90% por energías renovables, hecho que lo llevó a consolidarse como un referente regional y que, desde la óptica de CIER, “fortalece el ecosistema de colaboración energética regional”, aportando elementos “clave” como la transferencia de conocimiento: empresas líderes de la región participan activamente en grupos de trabajo, misiones técnicas y espacios de formación compartiendo buenas prácticas y casos de éxito que pueden ser replicados o adaptados en otros contextos.
La transformación de Uruguay, a su vez, le permite exportar energía limpia a países vecinos, lo cual refuerza la visión de una matriz energética regional más integrada y enriquecer mediante sus experiencias -en redes inteligentes, movilidad eléctrica y energías renovables- el trabajo colaborativo regional.
Desafíos a superar
Consultados por los principales desafíos que enfrenta la región, Alves y Arias informaron que se encuentran los siguientes:
Desigualdades entre países y zonas geográficas -en infraestructura, acceso y calidad del servicio eléctrico- que dificultan el acceso equitativo a los beneficios de la transición energética.
La necesidad de inversiones sostenidas y mecanismos de financiamiento que muchas veces superan las capacidades nacionales.
Para avanzar hacia una verdadera integración energética regional, se requiere alinear marcos regulatorios, técnicos y normativos, así como fortalecer la planificación energética conjunta.
Aunque la región cuenta con profesionales capacitados, existe el desafío de formar talentos especializados en nuevas tecnologías y modelos de gestión y de retener ese conocimiento en las instituciones y empresas del sector.
Los impactos del cambio climático -como sequías prolongadas o eventos extremos- afectan directamente la seguridad del suministro eléctrico. Es necesario reforzar la resiliencia de las infraestructuras energéticas, diversificar las fuentes y planificar considerando escenarios climáticos futuros.
Por último, pero no menos importante, es fundamental tratar el tema de la integración energética como una política de Estado, más allá de los cambios gubernamentales.
Tanto Alves como Arias concluyen que “superar estos desafíos requiere voluntad política, cooperación técnica y visión de largo plazo”.