En Europa, el abandono del medio rural contribuye a los grandes incendios.
Un territorio abandonado lleva a un paisaje homogéneo, sin gestionar, muy inflamable y donde los servicios ecosistémicos y la biodiversidad están comprometidos.Las altas temperaturas y los largos períodos sin precipitaciones, son la materia prima clave para que, combinadas, causen importantísimos incendios. A veces se suma el accionar imprudente -aunque también puede ser deliberado- de algunos seres humanos.
En estas horas, Europa es noticia por la oleada de incendios forestales que presenta, especialmente en España y Francia que, según varios medios de comunicación “se propagan” o “arrasan” grandes áreas.
En 2023, el Fondo Mundial para la Naturaleza -también conocida como World Wildlife Fund- (WWF) publicó un informe sobre incendios extremos, cuyos conceptos mantienen total vigencia.
Destaca como “más que evidente” la “estrechísima relación entre condiciones meteorológicas extremas e incendios descomunales”.
El cambio climático asegura que en la zona del Mediterráneo habrá situaciones de emergencia “cada vez con más frecuencia”, como “olas de calor intensas y duraderas, sequías prolongadas y humedades relativas muy bajas”. Agrega que “los períodos de máximo riesgo de incendio son cada vez más amplios y ya no se ciñen exclusivamente a los meses de verano”.
El WWF explica: “La escasez de precipitaciones acumuladas hace que el suelo esté muy seco y facilita un rápido avance de las llamas en caso de incendio”; pero en el “largo plazo, los impactos son mucho más dramáticos” porque “un suelo sin reservas hídricas disponibles es un escenario complicado de afrontar para los bosques. Esta carencia persistente puede llevar al colapso del sistema de transporte de agua de los árboles, lo que daría lugar a una disminución en la producción de semilla y al decaimiento, e incluso mortalidad, de las masas forestales”.
Además, “los bosques debilitados son mucho más vulnerables a plagas, enfermedades e incendios de alta intensidad”. En España, “los bosques están al límite, enormemente estresados por el gran déficit hídrico y la actual situación puede llevarnos a una pérdida de biodiversidad y a un escenario desconocido, muy peligroso y difícil de defender”.
EL ABANDONO GENERALIZADO DEL TERRITORIO
Una advertencia importante que hace el WWF es que hay abandono de la tierra, y eso agrava las cosas.
“En unos años pasamos de tener una economía predominantemente basada en la agricultura y el pastoreo, con un importante peso de los aprovechamientos forestales, a una sociedad con un sector primario marginal”, dice el informe.
Continúa: Un territorio abandonado lleva a “un paisaje homogéneo, sin gestionar, muy inflamable y donde los servicios ecosistémicos y la biodiversidad están comprometidos”.
Ese abandono que está sufriendo España se da de tes diferentes formas: primero, el abandono rural; segundo, el aumento de la superficie forestal; y tercero, la escasa gestión forestal.
ABANDONO RURAL. “Un territorio despoblado es un territorio que arde. Si superpusiéramos el mapa de las áreas quemadas en los últimos años en la península ibérica con el mapa de las zonas más despobladas, comprobaríamos que coinciden en gran medida. Galicia y el norte de Portugal tienen los peores indicadores demográficos de la fachada atlántica europea, en cuanto al éxodo rural y envejecimiento de la población, y son dos de las regiones europeas y mediterráneas más afectadas por incendios”.
ABANDONO DE USOS TRADICIONALES. “En Europa el abandono de tierras supone un serio peligro para la actividad agraria, uno de los principales motores de la economía de las zonas rurales. En España, cerca del 10% de la superficie agraria presenta un riesgo alto o muy alto de abandono, debido entre otros a la falta de rentabilidad o a la ausencia de relevo generacional, lo que supondría una pérdida de unos 2,3 millones de hectáreas, equivalente a casi tres veces el tamaño de la Comunidad de Madrid. Esta superficie se sumaría a los 2,4 millones de hectáreas que ya han desaparecido en la primera década del siglo XXI cuando España perdió el 23% de sus explotaciones agrarias.
AUMENTO DE LA SUPERFICIE FORESTAL. El cese de actividades tradicionales ha contribuido al aumento de la superficie forestal y a la pérdida del paisaje en mosaico. En total, la superficie forestal en España ha aumentado casi 4 millones de hectáreas, pero esto no se traduce en un aumento de bosques sanos, estables y diversos. Las zonas cultivadas y pastoreadas en el pasado están ahora cubiertas por matorrales, bosques jóvenes pioneros o rodales monoespecíficos que, sin una adecuada gestión, se convierten en un riesgo para la propagación de grandes incendios forestales”.
ESCASA GESTIÓN FORESTAL. “A partir de los años ochenta se aprecia una paulatina caída de la tasa de extracción de maderas y leñas, lo que ha supuesto un incremento de la biomasa disponible. En la actualidad, la tasa de extracción en nuestros montes (balance entre cortas y crecimiento) se sitúa en torno al 30 %. En determinadas regiones, la superficie sometida a tratamientos silvícolas se ha reducido hasta en un 60 %. En los montes españoles crecen cada año unos 46 millones de metros cúbicos de madera o biomasa, de los que únicamente se aprovechan 14 millones. Todos los años se van acumulando 32 millones de metros cúbicos de material vegetal porque no existe una actividad socioeconómica que justifique su gestión y aprovechamiento. A esta escasa utilización forestal se le suma la poca ordenación: en España, más del 85 % de los espacios forestales no tienen planes de ordenación que garanticen la preservación del monte y sus servicios ecosistémicos”.
DIEZ EJES TEMÁTICOS PARA COMENZAR A CORREGIR LA SITUACIÓN.
Para corregir lo anterior, WWF insta a trabajar en diez ejes temáticos, que son: 1) Gestión de ecosistemas forestales; 2) Planificación territorial; 3) Comunidades rurales vivas; 4) Usos y ecología del fuego; 5) Comunicación, educación y sensibilización; 6) Conocimiento y necesidades en la extinción; 7) Escenarios futuros a medio y largo plazo; 8) Política y gobernanza; 9) Conservación de la naturaleza; y 10) Adaptación y mitigación al cambio climático.