Opinión Ing. Agr. MBA Nicolás Lussich
El stock responde
La producción de terneros llegó a un récord por la recuperación de la parición y un alto stock de vacas de cría. La ganadería tiene una buena proyección a mediano plazo, aunque preocupa la oferta de ganado para la industria.Se divulgaron los datos del stock ganadero al 30 de junio, datos preliminares que elabora el SNIG y son información clave para la toma de decisiones en la cadena cárnica, desde el campo a la exportación.
El stock total de vacunos aumentó poco más de 1% para ubicarse en 11 millones 455 mil cabezas. La cifra no es muy diferente al promedio del período 2010-2015, por tomar una referencia más amplia y observar tendencias de mayor plazo (cuadro). Lo interesante -y positivo- es lo que sucede con la base criadora: el stock de vacas de cría subió casi 2% y llegó a 4 millones 338 mil cabezas; está más de 5% por arriba del mencionado período de referencia.
Es un stock de vacas de cría cercano al récord (en 2019 Y 2021 había estado levemente arriba del último dato, como muestra la gráfica). Ahora, superada la sequía y con clima a favor, dicho stock generó una producción de terneros de 3 millones 39 mil cabezas, este sí un máximo histórico que ilustra el aumento de la producción en la base de la cadena cárnica, lo que permite vislumbrar una perspectiva positiva de mediano plazo.
De manera que el stock vacuno reafirma su perfil criador y -por tanto- de mayor eficiencia productiva. La mejora no se da solo por el porcentaje de procreo, que avanza con la variabilidad esperable por clima y mercados, en una especie cuyos vientres -naturalmente- tienen el potencial de dar una cría por año, con excepciones que confirman la regla. También hay un avance en la eficiencia del rodeo de cría con una reducción de la edad de entore.
Ambos indicadores se combinan para un destacado aumento en la productividad. En la gráfica adjunta se ilustra la evolución del Parámetro de Eficiencia Reproductiva (PER) que suma al denominador de la relación de procreo, el stock de vaquillonas de más de 2 años. Éste ha venido bajando por la propia mayor eficiencia del rodeo de vientres, aumentando el indicador junto con el procreo. Las vaquillonas se entoran antes y el stock de los vientres de más de 2 años llegó a un mínimo histórico de 435 mil cabezas. Así, el PER llegó a un máximo sin antecedentes.
Respuesta de mercado
Este aumento de la eficiencia no es fruto de un antojo productivista como objetivo en sí mismo. Lo que sucede es que ser más eficiente productivamente hoy es más rentable económicamente: con la mejora en los precios del sector y -asunto clave- el mantenimiento por varios años de reglas de juego claras y transparentes para los productores (en especial los criadores), la producción responde con más volúmenes y crecimiento. La libre exportación en pie es un pilar clave, aunque no el único. Todo esto sostenido en una valorización de la tierra que no ha retrocedido.
A la mayor productividad reproductiva criadora, se suma una mayor eficiencia en el proceso de engorde, con una persistente reducción en el stock de las categorías de novillos más formados, reflejo de la menor edad de faena. El porcentaje de novillos de más de tres años llegó a un mínimo de 19% sobre el stock total de novillos.
Desafío industrial
Este escenario virtuoso, de todas formas, enciende algunas luces amarillas para el eslabón industrial de la cadena cárnica. En efecto, tal como se muestra en la gráfica adjunta, el stock de novillos ha ido bajando en términos absolutos, lo que -si bien eso puede deberse a la mencionada mayor eficiencia de engorde- también refleja que una parte importante de la producción se va en pie, principalmente como terneros.
El asunto preocupa a la industria y aquí es clave cómo se enfrenta el desafío. Hace pocas semanas se abrió la polémica ante la posibilidad de que el tema se encarara de una manera equivocada, limitando la exportación en pie. La desafortunada circular del MGAP quedó atrás, pero sería bueno reafirmar con más convicción desde el gobierno que la libre exportación en pie -de cualquier categoría- es parte de la solución, no del problema.
Para la industria, el desafío es aumentar la eficiencia, lo que también -obviamente- incluye a los trabajadores. En este plano -y como sucede habitualmente en economía- lo que mandan son los precios relativos: por ciertos períodos la exportación en pie fue muy competitiva y se llevó muchas cabezas; ahora el mercado local está más firme y logra retener más ganado para procesamiento. Los costos le suben a la industria, pero los precios de exportación permiten -en principio- cubrirlos.
Aún así, es sobre la fase industrial donde recaen en mayor proporción y medida los sobrecostos de una economía que aún tiene mucho para recorrer en términos de competitividad. Hoy los precios de exportación promedio parecerían tender a estabilizarse, mientras los ganados siguen subiendo. A su vez, los costos industriales de procesamiento que mayormente se pagan en pesos, suben en dólares con la caída del billete verde. Esta presión de competitividad sobre la industria es fuerte. Y -como en todo sector- sufren más las empresas más pequeñas.
Así, los industriales reclaman poder importar ganado para faena, de manera que el mercado en pie tenga puerta de vaivén, exportación e importación. Desde el punto de vista de mercado, es un reclamo lógico; choca, sin embargo, con posibles limitaciones sanitarias a las exportaciones de carne, asunto que Uruguay debe arbitrar. ¿Se pueden dar garantías a los compradores de carnes respecto a la preservación de la calidad sanitaria? Uruguay es un país relativamente pequeño y -con el actual escenario global, donde se está imponiendo la ley del más fuerte- hay riesgos. En cualquier caso, el desafío es sostener en la mayor medida posible el empleo industrial, productivo y competitivo. Y si es posible aumentarlo.
Es claro que el problema no se resuelve limitando la exportación en pie, que tendría el sabido efecto negativo a largo plazo. Y es claro también que la ganadería está en un proceso de mayor productividad a todo nivel, con más producción con menos tierra: en las últimas décadas los avances agrícolas (y en menor medida forestales) han reducido el área ganadera que, de todas formas, es la principal producción.
Las grandes áreas de invernadas en el litoral hace décadas que están ocupadas por la agricultura y, aún así, sube la producción de terneros y de carne. No es menor el aporte que hace la propia agricultura, proveyendo granos forrajeros en volúmenes crecientes para la ganadería: maíz, trigo, cebada, se exportan al exterior transformados en carne y leche. Una dinámica virtuosa que no hay que interrumpir.
Esto no quita que pueda haber un rol para planes de apoyo a los productores como el Procría. Pero no pueden fundamentarse en argumentos irreales: la productividad ganadera no está estancada, sino que crece notoriamente. Versiones negativas falsas para justificar una iniciativa política son muy dañinas. No hay mejora posible si no se parte de la realidad y la verdad.