Transformación silenciosa: cómo la IA y los centros de datos están reconfigurando la demanda de energía en América Latina
En cinco años el consumo energético del mundo digital podría igualar el crecimiento esperado por la electrificación del transporte o la climatización de edificios.En los próximos años, el mapa de la energía global se redibujará no solo por la intensificación de la transición hacia fuentes renovables —impulsada por la caída de costos de las energías renovables—, sino también por un nuevo factor de demanda que crece a un ritmo inédito: la expansión de la inteligencia artificial (IA) y de los centros de datos.
El auge de estos centros —las fábricas digitales donde residen los modelos de IA y los servicios en la nube— está generando una demanda eléctrica sin precedentes, que obliga a repensar infraestructura y políticas públicas en todos los continentes. América Latina, con su combinación de energía limpia, costos competitivos y distancia de las tensiones bélicas, puede convertirse en una de las protagonistas de esta transformación.
IA: una transformación intensiva en electricidad y agua
Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), en 2024 los centros de datos consumieron más de 415 teravatios-hora (TWh) a nivel mundial —casi el 1,5% de la demanda global— y esa cifra podría más que duplicarse hacia 2030. En otras palabras, en cinco años el consumo energético del mundo digital podría igualar el crecimiento esperado por la electrificación del transporte o la climatización de edificios.
La razón es clara: los grandes modelos de IA —como los que entrenan OpenAI, Google, Amazon o Anthropic— requieren infraestructuras de cómputo de “hiperescala”, con miles de servidores agrupados en campus que demandan entre 50 y 300 megavatios (MW). Para dimensionarlo, un solo campus puede consumir tanta energía como una ciudad de 100.000 habitantes.
Estas instalaciones exigen condiciones muy específicas: energía disponible las 24 horas con trazabilidad de origen, sistemas de enfriamiento eficientes y de bajo uso de agua, y acceso confiable a redes digitales de alta capacidad. En un contexto de tensiones en las cadenas de suministro, competencia geopolítica y transición energética, ofrecer energía limpia y barata se vuelve una ventaja competitiva clave.
América Latina y su potencial en infraestructura digital
A diferencia de otras regiones, América Latina parte con ventajas estructurales evidentes. Posee una de las matrices eléctricas más limpias del planeta: casi el 70% de su capacidad instalada es renovable, con alta participación de hidroelectricidad, costos competitivos en solar y eólica, y recursos naturales para seguir invirtiendo.
Según la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), en 2023 los centros de datos representaron cerca del 1,6% del consumo eléctrico regional, distribuidos en unas 450 instalaciones, y podrían escalar al 5% hacia 2035 si la expansión de la IA se consolida.
Chile, Brasil, México, Paraguay, Argentina, Colombia y Uruguay se perfilan como polos atractivos para nuevas inversiones. Cada país combina —con matices— recursos energéticos, capacidad tecnológica e institucional. Al mismo tiempo, la región enfrenta cuellos de botella en transmisión, marcos regulatorios obsoletos y la necesidad urgente de planificar en forma integrada la expansión energética y digital.
Chile: oportunidad en la energía solar que se vierte
El norte de Chile cuenta con la mayor radiación solar del planeta, pero la expansión renovable superó la capacidad de transporte y generó crecientes curtailments (energía vertida por falta de red). Entre 2023 y 2025 se observa un aumento sostenido de esta energía desperdiciada.
Para convertir ese excedente en ventaja competitiva se requiere atraer cargas flexibles —como centros de datos— capaces de consumir cuando la energía está disponible y almacenar cuando no. Se necesitan señales de localización, contratos 24/7 respaldados con baterías y estabilidad regulatoria. En síntesis, el norte chileno podría transformarse en el “desierto digital” del hemisferio sur, un polo de IA alimentado por energía solar, aunque con desafíos técnicos relevantes en uso de agua y refrigeración.
Paraguay: de las cripto al cómputo de alto rendimiento
Paraguay es un caso distinto: su histórico superávit hidroeléctrico, proveniente de Itaipú y Yacyretá, le permite disponer de energía limpia y abundante a precios bajos (al menos en el mediano plazo). Esa ventaja primero atrajo criptominería, pero hoy se perfila como base para centros de cómputo de alto rendimiento (HPC) vinculados a la IA.
Ya operan allí campus de más de 200 MW de empresas internacionales y para consolidar esa oportunidad el país tendrá que mejorar la interconexión regional, fijar reglas claras de peaje y acceso a red, asegurar estabilidad contractual y dar certezas para asegurar el suministro de energía limpia en el largo plazo. Paraguay puede transformarse en un ecosistema digital del Cono Sur si logra traducir su excedente hidroeléctrico en valor agregado para los centros de cómputo de alto rendimiento.
Argentina: frío y vientos en el sur con un gas competitivo
Argentina combina recursos fósiles y renovables. El gas natural de Vaca Muerta, con precios de pozo muy competitivos, abre una ventana para generación dedicada a centros de datos. Un ejemplo innovador es el piloto de “wellhead computing” de Tecpetrol, que instala centros modulares junto a los pozos y utiliza gas asociado que, de otro modo, sería venteado o quemado.
Este esquema “detrás del medidor” (behind-the-fence) reduce emisiones, aprovecha recursos ociosos y puede hibridarse con eólica patagónica o nuclear, configurando un modelo flexible y exportable. Argentina podría integrar su matriz gasífera con la transición digital si logra estabilidad macroeconómica y reglas previsibles. El sur del país, además, cuenta con uno de los mejores recursos eólicos del mundo, bajas temperaturas durante el año y buena conectividad digital, lo que eleva su potencial para la instalación de nuevos data centers. Un ejemplo de esto es la reciente carta de intención de OpenIA para explorar operaciones en el país.
Brasil: escala y conectividad, pero limitaciones en crecimiento
Brasil lidera en infraestructura digital y consumo eléctrico: alberga el mayor ecosistema de servicios en la nube, un mercado interno masivo y abundantes recursos hidroeléctricos. El desafío es mantener precios competitivos y confiabilidad de transmisión en un sistema de escala continental.
São Paulo concentra la mayoría de los data centers, lo que provoca congestión y demanda inversiones en transmisión y almacenamiento. Su papel como hub regional es indiscutible, pero su ventaja depende de reforzar la red y asegurar energía renovable rastreable por hora, un estándar cada vez más exigido por las grandes tecnológicas.
Uruguay: modelo renovable que respalda la revolución digital
Uruguay alcanzó más del 98% de generación eléctrica renovable con viento, sol, biomasa e hidroelectricidad. Esa estabilidad, sumada a institucionalidad sólida y costos competitivos, lo posiciona como destino natural para nueva infraestructura digital.
El acuerdo entre el Gobierno y Google para un centro de datos en Canelones es un hito: demuestra capacidad para ofrecer energía limpia y confiable y abre la puerta a convertir la matriz renovable en motor de desarrollo tecnológico e inversión. Persisten, no obstante, desafíos propios de proyectos de gran escala, como el uso de agua y el acceso a la infraestructura.
México y Colombia: escala, ubicación y resiliencia
México combina ubicación estratégica entre América Latina y Estados Unidos con un mercado digital en expansión. Querétaro es hoy el principal polo de data centers, con proyectos de 300 MW y un megacomplejo cercano a 900 MW. El crecimiento, sin embargo, enfrenta presiones sobre el agua y una matriz aún muy dependiente del gas, lo que obliga a equilibrar desarrollo industrial, disponibilidad energética y sostenibilidad ambiental.
Colombia cuenta con una matriz predominantemente hidroeléctrica y fuerte potencial eólico y solar en La Guajira. Esa dependencia del agua la hace vulnerable a El Niño. Para atraer inversiones digitales de gran escala deberá acelerar la diversificación renovable, integrar almacenamiento y establecer reglas que garanticen energía firme y trazabilidad ambiental.
La infraestructura invisible: cables, fibras y latencia
La expansión digital no depende solo de la energía. Requiere redes de fibra óptica, cables submarinos y puntos de intercambio de internet que reduzcan la latencia y aumenten la redundancia. La región ha avanzado: proyectos como el cable Humboldt —que conectará Chile con Oceanía y Asia-Pacífico— y el Firmina —que une Uruguay y Argentina con Estados Unidos— están redefiniendo la conectividad del hemisferio.
Detrás de los centros de datos: agua, emisiones y empleo
El despliegue masivo de centros de datos trae tensiones sociales y ambientales. El primer desafío es el agua: los sistemas de enfriamiento tradicionales pueden requerir grandes volúmenes, lo que genera conflictos en zonas áridas como el norte de Chile o de México. La tendencia global apunta a tecnologías sin agua o de recirculación industrial, cuya adopción exige regulación y control.
El segundo es el carbono: es clave garantizar que estos nuevos consumidores no incrementen las emisiones nacionales. Los contratos de energía 24/7 con trazabilidad horaria, combinados con almacenamiento y generación firme renovable, son esenciales para cumplir metas climáticas.
El tercero es el empleo y el desarrollo local. La construcción genera muchos puestos, pero la operación es altamente automatizada. Para maximizar beneficios, los países deben impulsar formación y encadenamientos locales, fortaleciendo ecosistemas de software, servicios profesionales y telecomunicaciones.
IA: oportunidad para nuestra región en un mundo complejo
La carrera por la inteligencia artificial es también una disputa geopolítica. Estados Unidos y China compiten por hardware, semiconductores e infraestructura digital. En ese contexto, América Latina puede ofrecer energía limpia, estabilidad y ubicación favorable para alojar cargas críticas, sin quedar atrapada en alineamientos exclusivos.
Si la región logra una visión común —hoy ausente—, podría convertirse en proveedora de infraestructura digital sostenible. No se trata solo de atraer inversiones, sino de fijar reglas propias sobre carbono, agua, trazabilidad y transparencia.
De productores de electrones a exportadores de inteligencia
América Latina tiene la oportunidad histórica de pasar de exportar recursos energéticos a exportar inteligencia y servicios digitales. Para lograrlo, cada kilovatio-hora limpio debe transformarse en innovación, empleo y desarrollo.
La próxima revolución energética no será solo verde: será digital y cognitiva. Los países que integren ambos mundos —energía e inteligencia— definirán la competitividad del siglo XXI.
El gran desafío: pasar a una estrategia de largo plazo
Pese a estas ventajas en términos competitivos, falta una arquitectura institucional que vincule energía, conectividad y política pública. Persisten barreras regulatorias, incertidumbre tarifaria y vacíos en la planificación de transmisión e interconexión. La agenda de IA y centros de datos no puede quedar al margen de las discusiones energéticas: es parte del mismo ecosistema de transición y competitividad.
Es necesario articular gobiernos, empresas tecnológicas, organismos multilaterales y sociedad civil en un diálogo estratégico sobre energía, IA y digitalización. El objetivo es doble: aprovechar la ventana de oportunidad que abre la ola de IA y evitar repetir el patrón extractivista, exportando materias primas sin aportar un valor adicional con verdadero impacto en la transformación de nuestra sociedad.
Uruguay y otros países de la región han demostrado que pueden liderar transiciones energéticas exitosas. El reto ahora es mayor: liderar la transición impulsada por la revolución de la inteligencia artificial y que ese espacio pueda ser un verdadero espacio para impulsar nuestro desarrollo.
- El autor, Alfonso Blanco es Director del Programa de Transiciones Energéticas y Clima del Inter-American Dialogue. Co-fundador de Fundación Ivy y ex Director Ejecutivo de OLADE