Los productores rurales de un lado y el pueblo del otro: Casupá se divide por la construcción de la represa
Los productores de Florida y Lavalleja que están en contra de la construcción de la represa reclaman más información al gobierno. Mientras la incertidumbre domina en el arroyo Casupá, en el cercano pueblo de casi 3.000 habitantes se espera con ilusión la inversión de 130 millones de dólares.
El invierno se despide de los campos uruguayos y, tras una lluvia tímida, el arroyoCasupá corre manso. En algunos tramos apenas supera los 30 centímetros de profundidad y no llega a los diez metros de ancho. Se lo cruza en camioneta sin dificultad, lo atraviesan a diario las vacas y también los productores que muchas veces tienen sus predios a ambos lados de la costa, en Florida y en Lavalleja. En verano, incluso, el arroyo se corta y se pasa caminando.
A simple vista parece imposible que de este lugar pueda salir la solución al abastecimiento de agua potable de la zona metropolitana. Pero la imagen engaña: el cauce se esconde entre un monte nativo tupido de talas, coronillas, ceibos, espinillos, guayabos, helechos y muchas variedades más que retienen el agua como en un cofre. Además del agua subterránea, la cuenca del Casupá se alimenta de los arroyos Milán y Colorado, que le dan más caudal.
En algunos predios los productores de esta zona tienen costas sobre más de un arroyo, y allí en esos cruces el monte nativo se vuelve especialmente tupido. Entre esos árboles hay ejemplares que fueron talados cuando los ingleses necesitaron carbón para construir el primer tren, pero los troncos sobrevivieron. Se las ve enormes con una base de 90 centímetros. Por el grosor de sus troncos se estima que algunos superan los 400 años.
Este arroyo de agua transparente que atraviesa la llanura suavemente ondulada, está hoy en el centro de la discusión política. El gobierno de Yamandú Orsi lo eligió como escenario para lo que puede llegar a ser la gran obra de su período: la represa de Casupá. El proyecto comenzó a pensarse en la década de 1970 y durante el segundo gobierno de Tabaré Vázquez se realizaron los primeros estudios de impacto. Ahora vuelve a escena con un objetivo claro: intentar garantizar el suministro de agua potable si vuelve a pasar una crisis como la de 2023.
Esta presa es presentada por el gobierno como la alternativa definitiva al Proyecto Neptuno, que proponía potabilizar agua del Río de la Plata en el gobierno de Luis Lacalle Pou. Aunque el expresidente también creía necesaria la obra de Casupá, y en más de una oportunidad lo expresó, primero era Neptuno: esa era su hoja de ruta.
El ministro de Ambiente, Edgardo Ortuño, estuvo en Casupá el pasado jueves: aseguró que la obra “es una realidad” y que su construcción “ya está resuelta”. En diálogo con productores que perderán sus campos porque quedarán bajo agua, dijo que los estudios de impacto ambiental y social serán ajustados al proyecto, según reconstruyen los productores en charla con El País.
El embalse permitirá acumular 118 millones de metros cúbicos de agua, y ya está autorizado el financiamiento del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF). Falta actualizar el costo final: se habló de unos 130 millones de dólares, pero este costo podría aumentar. OSE realizó a fines de julio el llamado para la precalificación de empresas interesadas en ejecutar la obra y la apertura de ofertas se hará el 25 de setiembre.
Muchos productores tienen desconfianza por el modo en que las autoridades manejan la comunicación, según dicen. Carlos Sarroca, de Florida, recuerda lo que ocurrió cuando Ortuño visitó la zona. “Se generó una caravana de autos de los afectados hasta el pueblo, que está partido entre los que quieren la represa y los que no. No fue muy grato”, relata. “Además, le dieron más interés a la visita de Ortuño al intendente (Carlos Enciso) en Florida y al exzoológico de Casupá, que a los afectados realmente por esta obra, que somos nosotros”.
En la orilla del arroyo del lado de Lavalleja también crece la incertidumbre. Marcelo Graglia, productor de la zona, se queja de la falta de información oficial: “No sabemos cuántas hectáreas van a quedar bajo agua efectivamente. Lo más productivo es lo que se inunda, además de las construcciones. Eso se puede pagar, sí, pero lo que se rompe para siempre es la estructura social que existe acá hace generaciones, y un entorno ecológico único”. Para Graglia, Ortuño no los tomó en cuenta en la reciente visita. “Tuvimos muy poco tiempo para hacer preguntas, y enseguida nos cortaron”.
En el pueblo, en cambio, la sensación es otra. El alcalde Luis Oliva admite que siente empatía por los productores afectados, pero cree que la mayoría entiende la necesidad de la obra. “Cuando la confirmación llegó, que fue con el lanzamiento a empresas interesadas, todos pensamos en algún vecino o familiar al que le toca directamente. Eso duele. Pero también sabemos que es por un bien mayor: asegurar el agua para Montevideo y el área metropolitana”.
Algunos comerciantes ya miran hacia adelante. Uno de ellos resume esa expectativa. “Nos apena lo que pierden los productores, claro. Pero yo tengo una bandera, que es la de Casupá. Y lo mejor para el pueblo es lo que viene. Dependerá de nosotros aprovechar ese tren cuando pase”, dice Ruben Castillo, dueño de la parrillada y bar Don Braulio.
Este grupo de vecinos favorables a la represa recibió con entusiasmo la visita del ministro. “Empezó con una visita al zoológico del futuro”, dice Pepe Miraballes, vecino que está a la cabeza del proyecto que llevó a que este año Casupá compita por ser el pueblo más lindo del mundo. Según Miraballes, el ministro fue claro al señalar que en los próximos días llegarán técnicos y que habrá un tratamiento especial con la fauna que habita en el área donde se levantará la represa. “Serán capturados para luego liberarlos en otras zonas”, explica.
El País no logró hablar con autoridades del ministerio ni de OSE: no respondieron las consultas para esta nota.
A orillas de Casupá
“Acá nací y acá he vivido siempre”, cuenta Juan Priori González, de 59 años, un hombre de pocas palabras que solo terminó la escuela. Su madre, por problemas de salud, ahora vive en el pueblo. Pero él tiene su vida ligada a la tierra y a los animales.
“Tenemos vacas y ovejas, lo justo para vivir”, cuenta sobre su campo de 30 hectáreas. Además, trabaja de peón en una estancia de la zona. La posible construcción de la represa lo golpea de lleno: “Quedamos sin nada, sin dónde vivir, sin las casas, sin trabajo, sin lo que nos sostiene. Para nosotros esto es inviable”.
Priori González recuerda que hace años “cuando se hizo el proyecto, por 2016”, llegaron técnicos de OSE pero desde entonces nadie volvió a dar información. “De OSE acá no ha venido más nadie”, repite. Su arraigo es profundo. “Mis abuelos nacieron acá, toda la familia es de esta zona. Sería muy triste perderlo todo”, confiesa. Para él no hay compensación posible: “Esto es impagable. Todas las generaciones nuestras vivieron acá, de este lado y del otro lado del arroyo. No estamos interesados en irnos”, dice el pequeño productor.
El alcalde, nacido y criado en la zona, conoce de primera mano a gran parte de los productores. Para él, hay realidades muy diferentes y es necesario reconocerlas. “Los vecinos del arroyo Casupá han tenido instancias de presentar sus inquietudes vinculadas a lo que es el proyecto”, explica. Recuerda que incluso llegaron al Parlamento: “Recibieron a la comisión de Ambiente, con diputados de todos los partidos que recorrieron la zona. Nosotros los acompañamos junto al diputado de Florida en parte de esa recorrida”, dice el alcalde.
Si bien admite que se trata de un momento de “preocupación”, sostiene que lo central es generar espacios para aclarar dudas. “Es clave que los productores puedan recibir respuestas y hacer los planteos que crean convenientes. Están en todo su derecho”, afirma el alcalde, quien desde que la noticia se hizo pública recibe diariamente a productores que llegan con preguntas a las que por ahora el municipio no tiene respuesta.
Algunos que hoy cruzan por el arroyo o utilizan la caminería rural para pasar de una parte a otra de su campo, luego de la construcción de la represa perderán esos accesos. En ciertos casos, para llegar de un extremo al otro deberán hacer hasta 50 kilómetros, porque el espejo de agua les partirá el predio al medio. “Se va a hacer caminería nueva, entendemos que tomando en cuenta todos estos casos”, dice el alcalde. Él mismo se tomó el tiempo el pasado fin de semana de recorrer la zona, cruzar el arroyo en vehículo e ir a almorzar a Minas.
Si bien el área afectada comprende algo más de 100 padrones, en la zona de Florida solo hay una escuela rural y, según los productores organizados del arroyo Casupá, unas ocho viviendas desaparecerán por completo. El impacto alcanza a estancias de 1.500 hectáreas, a productores medianos de 300 y a pequeños de apenas 30. Cada situación es distinta, casi como cada padrón que OSE tendrá que expropiar.
La zona afectada abarca a Florida y Lavalleja. El arroyo marca el límite departamental en el mapa pero distinta es la realidad. Los ñandúes corretean al sentir la presencia humana, los carpinchos nadan en manada y las liebres pasan rápido de un departamento a otro para perderse entre las praderas.
Son campos históricamente ganaderos; las vacas y las ovejas son protagonistas. También hay zorros que se amigan con los perros y no dejan vivos a los corderos. De noche acá es cielo de estrellas y aparecen gatos monteses; incluso cámaras trampas del lugar capturaron hace unas semanas a uno de los felinos que están en peligro de extinción: el margay.
Marcelo Graglia camina por la zona conocida como la cuarta sección de Lavalleja. Hace un tiempo decidió colocar cámaras trampa en el monte, para no hablar por hablar, dice, para tener registros. Y el resultado lo sorprendió: “Tenemos una fauna riquísima, incluso especies en extinción: yaguatirica, mano pelada, gato montés, hasta un gato montés negro; tatú, mulita, zorro, lobitos de río. En aves aparecen cardenales azules y amarillos”, enumera.
Ese monte nativo, de 427 hectáreas, es el que quedaría bajo el agua si se construye la represa. Graglia dimensiona: “Sería como poner árboles a lo largo de toda la ruta 5, desde Montevideo hasta Rivera”. Para él, se trata de sustituir “un pulmón que captura gases de efecto invernadero” por “una represa que, al descomponerse la materia orgánica en la cuenca, los libera”.
En pie de lucha
Desde hace un par de décadas la agricultura ha comenzado a tomar más hectáreas en estos suelos. Hay trigo verde recién sembrado, y colza amarilla que será aceite de mesa y biocombustibles. La vida la trae el arroyo Casupá, que deja ver un agua limpia, sin gusto y sin olor, y que hace su camino para meterse kilómetros más abajo en la cuenca del río Santa Lucía.
Carlos Sarroca y Alejandro Costa son productores rurales de la zona donde se proyecta la represa. Socios en una explotación agrícola, trabajan 800 hectáreas. Allí, entre cerros y arroyos, se extiende la vida y el trabajo que tienen. Una forma de vida que ahora sienten amenazada.
“Ahí estamos viendo dos cerros altos, uno del lado de Lavalleja y otro del lado de Florida. Ahí se va a construir la represa”, describe Sarroca, señalando el paisaje que pronto podría quedar cubierto por el agua. “Estamos tratando de averiguar qué es lo que van a inundar exactamente. Tampoco sabemos qué va a pasar cuando haya mucha agua, hasta dónde va a llegar, qué altura va a tener”, dice. En el proyecto del gobierno de Vázquez se hicieron los cálculos de evacuación de las zonas, si la presa se dañaba algunos pueblos tenían solo 30 minutos para evacuar.
Lo único que tienen claro estos productores es que el lugar donde están parados y tienen sus cultivos quedará bajo agua. El espejo de agua cortará caminos y cubrirá las mejores partes de los campos. “También hay un valor histórico: hay mangueras antiguas, una estancia de Artigas, tumbas de cementerio indio. Todo eso va a quedar bajo agua”.
La falta de información oficial los desvela. “Fuimos al Parlamento, a Diputados y al Senado. No tienen datos. Golpeamos todas las puertas de los partidos políticos. De OSE no obtuvimos ninguna respuesta”, dicen.
Ese silencio les parece inaceptable. “Una cosa es Casupá, el pueblo que quiere la represa, y otra somos los afectados del arroyo Casupá, que somos los perjudicados. Son intereses distintos, pero a veces los confunden”, explica Sarroca.
En cambio, para el grupo de vecinos de Casupá, favorables a la construcción, esta dualidad no es tal. También relativizan las cifras que manejan los grupos de productores opositores. “Se habla de 80 familias afectadas. Yo recorro esos campos, soy comprador de lana, y sinceramente no me cierran los números”, dice Carlos Perdomo, comerciante. “No digo que no importe aunque sean dos familias, hay que tenerlas en cuenta. Pero tampoco es que todo el pueblo se opone, como se quiso mostrar en algunos medios. Acá hubo una encuesta en la radio local y el 80% apoyó la represa”.
Los productores Sarroca y Costa reconocen que Casupá vive con una carencia laboral crónica y que la represa aparece para muchos como una esperanza. Pero dicen que los buenos tiempos durarán poco. “Después la obra se va, la gente se va y quedan 14 personas trabajando”, sentencia Sarroca. Según los informes que han visto, durante la construcción trabajarán unas 700 personas. Pero ellos dudan de cuánto beneficiará al pueblo. “La mayoría de esas empresas se mueve con gente propia. Claro que se va a mover el comercio, pero no sabemos qué quedará después”, dice Costa.
Hoy Casupá es una localidad de apenas 3.000 habitantes, tranquila y con poco empleo. “Esta obra puede traer movimiento, pero no fuentes laborales estables. Ojalá me equivoque”, dice Costa.
Alcalde.
Crear puentes entre productores y Casupá pueblo
En su segundo mandato al frente del municipio, Luis Oliva tiene un tema que domina la agenda: la represa de Casupá. En su escritorio hay una mapa grande entregado por el presidente de OSE, con todos los padrones que serán afectados. Es el mismo que despliega cada vez que un productor llega con dudas sobre qué pasará en su campo.
Oliva, nacido y criado en la zona, procura no alentar divisiones. “Los productores hacen sus compras y trámites en el pueblo. Tienen familiares que viven acá. Por eso, el objetivo del consejo municipal es trabajar para que esas fisuras no existan y no se genere una oposición entre el productor rural y la ciudad”, dice.
Aprovechar el tren
Tres comerciantes locales coinciden en que la obra puede convertirse en una oportunidad histórica para el pueblo. “Va a generar trabajo, mucha mano de obra. Y no solo para la construcción: indirectamente también favorece a los que estamos en el comercio, en la gastronomía, en los servicios. Una obra de esta magnitud mueve todo”, asegura Perdomo.
Otro agrega que no se trata únicamente del impulso económico inmediato: “También quedará algo después. Dentro del obrador puede haber piscinas o espacios recreativos que, con buena planificación, podrían transformar a Casupá en un polo turístico”, sueña Miraballes. De hecho, los vecinos que apoyan la iniciativa recuerdan que desde hace años vienen trabajando en proyectos para posicionar al pueblo como destino: un zoológico del futuro con esculturas y experiencias virtuales, murales y circuitos de naturaleza. “Casupá ya recibe excursiones los fines de semana. Imaginate lo que va a ser cuando empiece a levantarse la presa: la gente ya quiere venir a ver dónde va a estar”, afirma Miraballes.
Para ellos, la discusión excede lo local. “El agua es un bien nacional. Montevideo tomó agua salada. Todos tenemos hijos o sobrinos allá estudiando o trabajando. No podemos ser tan egoístas de pensar solo en lo nuestro”, plantea Ruben Castillo, uno de los comerciantes, que también reconoce el impacto en los productores. “Claro que nos apena, claro que entendemos el arraigo”, dice.
Su mirada se resume en un punto: la represa es vista como un tren que pasa una sola vez: “Nosotros, como casupenses, tenemos que saber aprovecharlo. Queremos lo mejor para nuestro pueblo”.
La huella ambiental permanece.
Ciencia: daño ambiental es inevitable
Se estima que la construcción de la represa comenzará en 2027 y demandará tres años de trabajo. La expropiación de los predios se irá concretando a medida que avance la obra. De hecho, ya está en negociación el campo donde se instalará la infraestructura de hormigón que represará el agua. Según productores de la zona, ese sería el primer paso de un proceso que continuará con la ocupación de más tierras. El llenado del embalse, en tanto, llevará entre seis meses y un año.
La elección de Casupá como lugar de emplazamiento no es casual. El geógrafo Marcel Achkar, docente e investigador de la Facultad de Ciencias, explica que los estudios técnicos confirman que en esa zona está “la mejor calidad de agua”, justamente porque los usos del suelo son menos intensivos. “Territorios sanos producen agua de buena calidad”, resume.
¿Y el impacto ambiental? El Ministerio de Ambiente solicitó a OSE la actualización de los estudios realizados a fines del segundo gobierno de Tabaré Vázquez. Además, encargó investigaciones propias y encomendó a la Facultad de Ingeniería un trabajo adicional.
El ministro Edgardo Ortuño adelantó que alrededor del embalse se construirá un área protegida. Aun así, está confirmado que se perderán muchas hectáreas de monte nativo. “Toda obra de esas características genera un impacto, eso es innegable”, señala Achkar. “Habrá suelos inundados y una superficie importante de monte nativo que se perderá”.
En la misma línea, Luis Aubriot, doctor en Ciencias Biológicas y reconocido por sus investigaciones sobre la calidad del agua del río Santa Lucía, advierte que un embalse siempre implica un “impacto ambiental irreversible y muy grande”.
Explica que al inundar un arroyo se interrumpen los flujos biológicos y se pierde la biodiversidad de los montes afectados. Además, al formarse el embalse, la materia orgánica sumergida se descompone y provoca inicialmente un deterioro en la calidad del agua, con floraciones de cianobacterias que requieren monitoreo constante. Con el tiempo, ese proceso tiende a decantar, pero la huella ambiental permanece.