Casa Evans: el almacén inglés que guarda más de un siglo de historia en Conchillas
El museo local rescata la herencia británica del siglo XIX y la convierte en punto de encuentro para vecinos y visitantes, entre fósiles, reliquias y recuerdos de otro tiempo.A mediados del siglo XIX, Conchillas se consolidó como un enclave industrial esencial en la región del Río de la Plata.
La necesidad de piedra para construir el puerto de Buenos Aires, proyecto liderado por Eduardo Madero, llevó a la empresa británica C. H. Walker & Co. a instalarse en estas tierras uruguayas. Allí no solo levantaron canteras y muelles, sino también un pueblo completo, con viviendas, iglesia, escuela y vías férreas que conectaban la extracción de piedra con el río.
En el corazón del pueblo, la Casa Evans se erige como símbolo de esa época. Lo que fue un almacén de ramos generales —donde se podía comprar desde una botella de ginebra hasta un Ford T— hoy funciona como espacio cultural. En otros tiempos, se podían adquirir desde productos de primera necesidad hasta maquinaria agrícola, e incluso se emitían monedas propias autorizadas por el Banco República. Y si no había dinero, no importaba: se podía pagar a fin de año… total, el cliente siempre iba a volver y no vivía lejos.
“Era el shopping de la época. Como era un monopolio, la gente tenía la necesidad de venir y comprar acá”, recuerda la guía turística Adriana Sosa. En aquellos años, Conchillas llegó a tener alrededor de 3.000 habitantes; hoy viven allí poco más de 400. Sus salones conservan la memoria de los habitantes, y los visitantes pueden recorrer la historia del poblado mientras descubren detalles de un pasado industrial que aún perdura en sus calles y en el río que lo vio nacer.
“Los barracones, junto con Casa Evans, la iglesia, la escuela y el hotel, en 1976 se declaran Monumento Histórico Nacional. Único pueblo en Uruguay y quizás en América de este formato. Estilo aldeas escocesas con edificios grandes como los ‘cottage’ de Irlanda del Norte”, señala la guía turística Adriana Sosa. Conchillas conserva así la impronta de un enclave industrial británico, donde las viviendas de los trabajadores formaban parte del capital fijo de la empresa C. H. Walker & Co. Allí se construyeron viviendas al estilo de barracones de 120 metros de largo y seis metros de ancho donde, al principio, cada familia dividía con muebles los espacios y luego los separó con muros. Fueron levantados con paredes de piedra mezclada con barro, paja y estiércol; pisos de tierra y techos a dos aguas hechos con chapa de zinc traída de Inglaterra y madera que llegaba desde Paraguay; con paredes exteriores pintadas de amarillo y techos rojos con un estilo que se volvió característico de la zona. Reconocido con el Premio Pueblo Turístico en 2013, Conchillas se ha convertido en un destino que combina patrimonio, memoria y turismo, invitando a descubrir un enclave histórico que sigue vivo y abierto a visitantes y vecinos. Hoy, el pueblo mantiene su esencia original mientras ofrece recorridos, exposiciones y actividades que permiten experimentar la vida cotidiana de una comunidad que logró mantenerse en el mapa.
La memoria del pueblo.
El rescate del patrimonio local ha permitido descubrir un pasado fascinante. La zona es rica en fósiles marinos de la era Terciaria, así como en vestigios de los primeros habitantes de la región, los aborígenes genoas, semi-sedentarios, que dejaron utensilios y vajillas con dibujos que permiten reconstruir su forma de vida. Estos hallazgos se entrelazan con la historia industrial del siglo XIX y XX: la extracción de arena y piedra, los astilleros locales y la rutina de los trabajadores europeos que dieron forma al pueblo. Entre ellos, William Cottington, considerado el primer inglés en establecerse en la zona, fue responsable de organizar la producción y la vida cotidiana del enclave.
Gran parte de este legado se exhibe hoy en la Casa Evans, centro cultural que permite recorrer más de 100 años de historia en un solo edificio. Sus cuatro salas cuentan la historia completa de la localidad: desde la llegada de los ingleses y la organización del pueblo hasta la vida cotidiana de sus habitantes y la influencia de David Evans, administrador del almacén y figura clave de la comunidad. Los visitantes pueden contemplar utensilios domésticos, libretas, balanzas y la caja registradora originales del almacén, así como documentos históricos y monedas emitidas por el negocio. Entre los objetos más llamativos se encuentra un bebote en un cochecito -que recuerda a escenas de película de terror-, y piezas de arte local, incluyendo la colección del maestro Eduardo Gilardoni.
David Evans fue el cocinero del barco Sophia, el primer buque construido por la empresa británica C. H. Walker & Co. en el astillero de Sudbrook, Gales. Quiso el destino que, en 1889, el Sophia naufragara en el Río de la Plata y que Evans fuera uno de los sobrevivientes. Tras el naufragio, decidió quedarse en Uruguay y se instaló frente a la plaza de Conchillas, donde comenzó a elaborar alimentos y vender mercaderías a los trabajadores y vecinos del enclave industrial. Con el tiempo, asumió la administración del almacén que hoy lleva su nombre, al igual que la calle principal del pueblo. Dicen que, en tiempos de la Primera Guerra Mundial, nadie pasó hambre allí; a las familias más numerosas, Evans les daba bolsas de harina de manera gratuita.
Entre los objetos que completan la ambientación de las salas del museo se encuentran un antiguo ejemplar de la Biblia anglicana —no hay templo católico en Conchillas—, un bombín de la Universidad de Cambridge, así como piezas de losa inglesa, viejas raquetas y hasta un palo de cricket del Hotel Conchillas, recordatorios de la impronta británica. El hotel, diseñado por el británico Henry Pepperall, comenzó su construcción en 1910 y se inauguró en 1911, coincidiendo con el ascenso de Jorge V al trono de Inglaterra. Fue concebido para albergar a visitantes o personal jerárquico del Reino Unido. Según la guía, en homenaje al monarca, a los huéspedes se les entregaba una medalla de plata con la esfinge de Jorge V.
La sala principal de Casa Evans, que originalmente correspondía al galpón del almacén, conserva la disposición y el espíritu del comercio original. En la planta baja se organizaban diferentes secciones: juguetes, talabatería y alimentos. Incluso los trenes podían llegar hasta la parte trasera, funcionando casi como una “zona franca” donde la mercadería llegaba del puerto y se distribuía por todo el pueblo. La planta alta albergaba muebles y vestimentas, completando el inventario del almacén.
Para adecuar el espacio a eventos culturales, como el clásico certamen de mesas de té, se realizaron intervenciones cuidadosamente estudiadas: se incorporaron 133 paneles acústicos, cada uno con un peso de 21 kilos, montados sobre una estructura de aluminio y lana de roca, forrados con telas en colores inspirados en el pueblo: rojo como los techos de las viviendas originales, ocre como las paredes de piedra, gris como la cantera y negro como las locomotoras.
También se acondicionó lo que había sido la antigua estación de servicio de Conchillas, mejorando el entorno del jardín y la cartelería, con apoyo económico de Montes del Plata e intervención de la Intendencia de Colonia.
Gracias a estos ajustes, la comunidad utiliza el lugar de manera activa: se celebran cumpleaños, actividades culturales y conciertos gratuitos, asegurando que el edificio siga siendo un espacio vivo y accesible para todos los vecinos.
El museo sigue creciendo gracias a la participación de la comunidad: vecinos donan objetos vinculados a Conchillas y Casa Evans —desde antiguos zapatos de mujer hasta el baúl del propio C. H. Walker—, ayudando a enriquecer el acervo y mantener viva la memoria del pueblo. Como explica la guía turística: “Toda la intervención que se hace es para la comunidad… queremos que utilicen el lugar”.
Hoy, Conchillas ya no está “fuera del mapa”, como solía decir Sosa. La combinación de historia, patrimonio y comunidad ha logrado que este pequeño pueblo figure en la memoria cultural y turística de Uruguay. Casa Evans, junto con los recorridos, exposiciones y actividades que allí se desarrollan, se ha convertido en un punto de encuentro donde pasado y presente dialogan, y donde vecinos y visitantes pueden reconocer que la identidad de Conchillas sigue viva, vibrante y abierta a todos.
