Cómo arranca a crecer el campo
El próximo gobierno va a tener una agenda muy intensa para enfrentar en sus primeros 90 días.
JULIO PREVE
En efecto, y sin querer ser exhaustivo, deberá reorientar la inserción externa del país hoy en su peor nivel, transformar el sistema previsional, enfrentar un déficit de 2500 millones de dólares, empezar a ocuparse de la inseguridad y combatir el narcotráfico, reformar el relacionamiento obrero patronal, impulsar cambios en la infraestructura, reformar la enseñanza, replantear las tarifas públicas, y… volver a crecer, a partir de la actual languidez de la producción, con inversión y empleo en caída, con una relación deuda /producto muy alta si no crecemos.
Todo esto ocurrirá en un contexto internacional que aparecía muy desfavorable por el proceso de aumento de las tasas, que por ahora se ha detenido. Nadie espera por otra parte precios muy buenos —solo quizás en la celulosa— para los productos de nuestra oferta exportable, ni tampoco por el momento mejores condiciones de acceso. Todo dicho sin descartar nuevos problemas si se amplía la actual guerra comercial.
SOLO EL AGRO. Para enfrentar todos estos desafíos y cualquier otro, solo hay una posibilidad y tampoco segura: crecer mucho a partir de inversión genuina. Pero si se mira la ecuación de oferta y demanda finales, y descartando como driver de crecimiento el gasto del gobierno, se puede apreciar que aquel incremento no podrá provenir de varios de los componentes de aquella ecuación. No puede venir del consumo, porque nada hace pensar que pueda crecer, en un contexto de pérdida de puestos de trabajo y con un ambiente bastante recesivo. No puede venir tampoco de la inversión pública, ya topeada muy probablemente en sus posibilidades de financiamiento. Es muy difícil que venga de la inversión privada, a juzgar por todas las encuestas, y en un contexto institucional malherido por los desbordes sindicales, la persecución tributaria, y el desmerecido respeto a los derechos de propiedad. Si de ninguno de estos factores se puede esperar generación de dinamismo a corto plazo, solo nos quedan las exportaciones como única posibilidad. Y éstas son de origen agropecuario mayormente. En definitiva, si el campo no responde muy fuertemente, no puede esperarse demasiado en materia económica. Así de simple.
¿Y cómo llegará el agro a ese momento para poder responder? No viene muy bien. Si se consultan las estadísticas de producción en volumen físico que difunde el BCU, aún sin cerrar el año 2018, puede advertirse que en tanto la economía en su conjunto ha crecido bastante bien salvo estos últimos años, la performance del agro ha sido muy magra, aspecto que he analizado otras veces. En efecto, de 2005 a 2017 creció 16%, un desempeño muy pobre si se tiene en cuenta el nivel de precios internacionales, o si se compara por ejemplo con la tasa correspondiente al 90/ 95 que fue 5,1 % en promedio, la más alta de todas en períodos de cinco años. Ese crecimiento desde el 2005 se apoya además básicamente en la forestación, con un crecimiento del 137 %, un humilde 17 % en agricultura, y un 4,2 % en ganadería en trece años o sea nada, en el contexto de precios que conocemos, explicación que me reservo para otro momento. Además de todo, se trata de un sector que poco ha sido entendido por el gobierno que vuelve con el tema de las camionetas o del precio de la tierra, sin entender nada.
Aquellas “mochilas” del acto de Un solo Uruguay de enero de 2018, marcaban bien el ninguneo oficial, concretado en la peor presión fiscal de la historia, enancada en nuevos impuestos a la tierra que se había prometido no crear, sin atención a la infraestructura, sin nuevos mercados, con tarifas como el combustible fuera de competencia, con un sinfín de trámites nuevos inútiles y obligatorios como ya escribí otras veces, etc. En cierto modo tanta incomprensión con el agro puede ser favorable por el contraste si el próximo gobierno desde el primer día procura alentar al único sector que puede aportar con su inversión al crecimiento, si se seduce a sus empresarios con expectativas de ganancia, derivadas de decisiones libres.
UN SHOCK. Entre las medidas que habrá que tomar, las hay que suponen costos inmediatos y otras que no. Entiendo que para empezar hay que dejar la tierra como estaba en materia tributaria, antes del gobierno socialista, dando por satisfecha la contribución con la presión fiscal anterior incrementada ahora en un 50%. También hay que volver a pensar en un gas oil con pocos impuestos, no solo para recuperar competitividad sino para mostrar claramente el camino. Habrá que trabajar en serio nuevos acuerdos comerciales, en elaboración de nuevas figuras financieras, para captar con sencillez capital privado en la inversión pública, y habrá que terminar con una larga serie de regulaciones inútiles y obligaciones, que suponen poner en segundo lugar al productor, pidiendo permiso para trabajar a los funcionarios del MGAP. Estas desregulaciones hay que realizarlas todas juntas, para que el mensaje sea contundente y claro, para que así los empresarios decidan arriesgar en su cálculo económico pero con la certeza de una institucionalidad nueva, con menos Estado y más libertad, más equilibrio entre Estado y sociedad.
Lo anterior forma parte del gran cambio institucional que se necesita para enviar un mensaje claro a los empresarios sin los cuales no hay inversión, ni crecimiento, ni nada. Hay que pasar de un gobierno con relaciones ideológicas y proteccionismo, a otro con relaciones comerciales con todo el mundo y una economía abierta. Y con amigos en los países de occidente, enterrando por ejemplo señales como la que le dio este gobierno a Europa pidiéndole quitar de la declaración del grupo de contacto con la Unión Europea la liberación de presos políticos y de violaciones de derechos humanos en homenaje a Venezuela, Cuba y Nicaragua. Hay que volver a ser un país respetado en el mundo de los países en serio y no seguir apañando a los impresentables, que todo se vincula con el clima de inversión. Debemos dejar de ser gobierno anti empresario, lo que se ve no solo en manifestaciones como la de la ministra Muñoz, sino especialmente en la conducta tributaria, o en el desequilibrio en las relaciones laborales. Todos estos temas, incluido el de la ocupación como extensión del derecho de huelga, no son lejanos a la formación de expectativas de los empresarios rurales, aunque lo parezca.
Es más; hay que combatir ese tufillo antiagrario que tienen muchas intervenciones oficiales que, además de injustas, están en la base a mi criterio, por ejemplo de ese estancamiento horroroso en la pecuaria, con un faena y exportaciones casi guales a las de 2005 con precios de más del doble y sin cambios en la productividad. Es una tarea ciclópea pero que valdrá la pena transitar.