palmeras4Secretos de los gigantes de Rocha: 300 años de resistencia en los palmares de Butiá

Los palmares de Butiá, emblema natural de Rocha, enfrentan amenazas mientras científicos investigan cómo asegurar su supervivencia.Están de pie desde hace más de 200 años, quizás 300.

Con troncos imponentes que alcanzan los nueve metros de alto y 60 centímetros de diámetro, las palmeras de Butiá destacan en el paisaje con frutos que algunos describen como “diamantes de color anaranjado”. Rodeadas de pastizales anegadizos, los palmares de Butiá constituyen una postal alternativa y menos conocida de Rocha, diferente a la icónica costa. Este ecosistema único, compuesto por bosques de palmeras, enfrenta múltiples amenazas, pero aún conserva áreas de densidad casi impenetrable y sirve como refugio para cerca de un centenar de especies de aves.

Matilde Alfaro, investigadora del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional del Este (CURE, Universidad de la República), sede Maldonado, lleva casi una década dedicada a su estudio y conservación con un objetivo claro: garantizar su supervivencia. “No sabemos hasta cuándo van a resistir esos individuos tan longevos. Muchos están cayendo por viejos, y no hay renovación. Si esto sigue así, desconocemos cuánto tiempo más podrán mantenerse”, advierte en diálogo con Domingo.

Los palmares de Butiá (Butia odorata) enfrentan una amenaza persistente relacionada con el uso del suelo. Actividades como la ganadería y la agricultura han limitado significativamente la regeneración natural de estas joyas naturales. En sus primeras etapas de crecimiento, las Butiá se asemejan a un pasto más que a un árbol, con apenas unas pocas hojas emergiendo del suelo, lo que las hace especialmente vulnerables al pastoreo. Incluso en etapas posteriores, hasta los 6 o 7 años, pueden ser completamente devoradas por el ganado.

Por otro lado, la agricultura transforma el suelo de forma drástica, impidiendo que nuevos individuos de Butiá lleguen a desarrollarse. Aunque las palmeras adultas están protegidas por ley y no pueden ser taladas, las prácticas agropecuarias no favorecen la regeneración. Como resultado, lo que queda en los campos son individuos centenarios, una población envejecida y sin relevo generacional.

Atrapados en video.
A pesar de su relevancia paisajística, ecológica y cultural, el conocimiento sobre las comunidades animales que habitan los palmares de Butiá sigue siendo limitado, particularmente en lo que respecta a las aves. Para profundizar en este aspecto, Alfaro y su equipo instalaron 31 cámaras trampa en palmeras adultas, cubriendo un área de estudio que abarca 21 establecimientos. Las cámaras, ubicadas a distancias que oscilaron entre 25 metros y 27 kilómetros entre sí, se posicionaron en dos direcciones: algunas apuntaron a los racimos de frutos en la copa, a una altura máxima de seis metros, mientras que otras se orientaron al suelo desde cuatro metros, para capturar imágenes de los frutos caídos. “Fue un deporte de riesgo total; tuvimos que entrenarnos para usar un arnés y calcular hasta dónde podíamos trepar”, comenta Alfaro con humor.

La metodología definió la “abundancia de interacciones” como el número total de registros independientes de cada especie en un período de muestreo diario. Para ser considerados independientes, los registros debían tener al menos cinco minutos de diferencia. Las cámaras operaron las 24 horas, capturando tres imágenes por evento con intervalos de 20 segundos entre cada una.

En total, se identificaron 86 especies de aves en el área de estudio. Aunque la diversidad de las especies en Uruguay permite observar abundancia e interacciones, los resultados generales no sorprendieron al equipo. Sin embargo, surgieron patrones interesantes en el comportamiento de algunas especies.

Entre las aves que se alimentaban de los frutos en las copas de las palmeras destacaron el hornero común (Furnarius rufus), la cotorra(Myiopsitta monachus), la golondrina azul chica (Pygocheliadon cyanoleuca) y el jilguero dorado (Sicalis flaveola). Pero el hallazgo más llamativo fue la fuerte dependencia del ñandú (Rhea americana) hacia los frutos del Butiá. Aunque las poblaciones de ñandú en Uruguay son saludables, en otras regiones de Sudamérica la especie está amenazada, con disminuciones drásticas en sus números.

De manera ocasional, se registraron cinco especies poco frecuentes: el federal (Amblyramphus holosericeus), el gavilán ceniciento (Circus cinereus), el curutié blanco (Cranioleuca pyrrhophia), el mirlo charrúa (Gnorimopsar chopi) y la viudita blanca grande (Heteroxolmis dominicana).

Según Alfaro, las aves que interactúan con las palmeras Butiá muestran un comportamiento particularmente interesante. Algunas especies no solo se alimentan de los frutos, sino que también completan su ciclo de vida dentro de los palmares, utilizándolos como sitios de reproducción y permaneciendo en este ambiente durante largos períodos. En contraste, otras especies tienen una presencia más temporal: se desplazan hacia las palmeras únicamente durante el período de disponibilidad de frutos y, una vez que estos dejan de estar presentes, se trasladan a otros ambientes. Esto sugiere una dinámica de competencia por recursos entre las aves.

En este sentido, el trabajo de investigación, que continuará en 2025, pone de manifiesto una complejidad dinámica en el ecosistema que hasta ahora no había sido completamente descrita.

¿EL PRÓXIMO OBJETIVO DEL PICUDO ROJO?

Rynchophorus ferrugineus, conocido como “el picudo rojo de las palmeras”, está actualmente establecido en Montevideo, Canelones, Maldonado, Florida, Flores, San José, Colonia y Lavalleja, devastando las Phoenix canariensis (palmera canaria) en rutas, avenidas, parques y plazas. Hasta el momento, este cascarudo de origen asiático, de unos cinco centímetros, no ha atacado a las Butia odorata. “Esperemos que eso no pase”, señala Matilde Alfaro, investigadora del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional del Este (CURE, Universidad de la República) - Sede Maldonado. Si llegara a suceder, la técnica anticipa un escenario crítico: “Sería grave”.

Existen otras especies de picudos que sí atacan -y matan- a las palmeras Butiá como el picudo negro, que es nativo, y también el llamado “picudo del tronco”, que es americano. Sin embargo, según Alfaro, estas no representan una amenaza significativa, ya que generalmente afectan a ejemplares viejos y moribundos, y no constituyen una plaga reciente. A pesar de ello, una posible interacción entre el picudo rojo y estas otras especies genera preocupación.

“Sin duda sería grave porque, además, lamentablemente, no tenemos palmares dentro de áreas protegidas en Uruguay. Por más que haya leyes que las protejan como individuos, y por eso no se pueden talar, no cuentan con otro tipo de resguardo”, explica Alfaro. La investigadora destaca la urgencia de evitar la expansión de la plaga: “Vamos a poner todo el esfuerzo para que no entre el picudo rojo (en los palmares de Butiá)... pero está todo librado al azar”, concluye.

Los registros oficiales que tiene el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) datan el ingreso comprobado del picudo rojo al país en 2022.

Aliada inesperada.
En los últimos años de investigación, se ha identificado una formación vegetal especialmente interesante dentro de los palmares de Butiá: parches formados por la especie Bromelia antiacantha. Esta planta, emparentada con el caraguatá, produce frutos muy atractivos para las vacas. Sin embargo, sus espinas son tan potentes que el ganado tiende a consumir únicamente las puntas, sin llegar a ingerirlas por completo.

Lo relevante es que estas bromelias poseen un mecanismo de reproducción mediante estolones, es decir, brotes que crecen de forma horizontal, lo que da lugar a pequeños parches de vegetación. Dentro de estos, se ha observado el crecimiento de juveniles de Butiá, protegidos de los mordiscones de las vacas gracias a la presencia de las bromelias. Esta interacción parece representar una relación mutualista: la planta protege al árbol de posibles depredadores, aunque aún se está investigando si existe algún tipo de beneficio recíproco por parte del Butiá.

El equipo liderado por Alfaro planea profundizar en este fenómeno utilizando cámaras trampa para determinar si aves u otros animales están dispersando semillas en estos espacios. Además, el estudio analizará la biodiversidad que se refugia en estos microhábitats, que incluyen desde aves hasta mamíferos y reptiles.

La investigadora tiene grandes expectativas respecto a estos parches, ya que podrían representar oportunidades futuras para la regeneración natural de las poblaciones de Butiá, facilitando el establecimiento de nuevas áreas de crecimiento y preservando así una de las postales más emblemáticas y menos exploradas de Rocha.

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY - 15 Diciembre 2024