CUMBRE DEL CLIMA
Tres plagas climáticas han dañado ya el 22% de los bosques españoles
El calentamiento eleva el riesgo de sequías, grandes incendios y ataques de insectos
El cambio climático, advierten los expertos, amenaza los bosques, una pieza clave del engranaje ambiental, como consecuencia del aumento de las sequías prolongadas, el riesgo de los macroincendios y el incremento de las plagas.
Los datos reflejan que algunos de los peligros ya han empezado a concretarse. El Inventario de Daños Forestales en España refleja que un 22% de los árboles está dañado (una categoría que abarca los ejemplares que sufren una pérdida de hojas superior al 25%), casi el doble que hace dos décadas.
La virulencia de las plagas de insectos, especialmente de procesionaria, también van en aumento, sobre todo por el incremento de la temperatura en invierno. Y las temporadas de incendios, la parte del año en que se dan las condiciones óptimas para que se produzcan, se alargan. Según estudios realizados en Estados Unidos, hasta 40 días, afirma Francisco Seijo, experto en fuego y cambio climático y profesor del Instituto Empresa.
Los bosques continúan pese a ello aumentando su extensión global, debido principalmente a la menor presión humana que sufren por el abandono rural y al cambio del uso tradicional del suelo. Pero ese aumento de la biomasa, combinado con las nuevas condiciones de mayor temperatura y menor humedad asociadas al calentamiento global, puede desembocar, advierte Seijo, en los temidos macroincendios.
Miguel Ángel de Zavala, catedrático de Ecología en la Universidad de Alcalá de Henares, dirigió en 2015 un estudio sobre el impacto del cambio climático en los bosques y la biodiversidad en España, en el que participaron 140 autores, para el entonces Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. “Lo que observamos es una pérdida de productividad en ciertos bosques, y también una menor resiliencia a la hora de restablecerse de las sequías, que son cada vez más prolongadas, lo que puede llevar a algunos árboles a procesos de decaimiento, defoliación e incluso a la muerte”, afirma.
El aumento de las temperaturas ya ha producido desplazamientos altitudinales en algunas especies. “Y a largo plazo puede tener un efecto en la regeneración. El ciclo reproductivo puede verse interrumpido debido a la mayor aridez y conllevar la pérdida de ciertas especies eurosiberianas que tienen su límite de distribución meridional en la península ibérica, como el pino silvestre y el haya”, señala De Zavala. “El aumento del C02 atmosférico podría tener un efecto positivo en las plantas, que lo utilizan para hacer la fotosíntesis. Pero lo que hemos constatado es que esos posibles beneficios no compensan los efectos negativos del incremento de la aridez”, añade.
Orugas y escarabajos
Los llamados factores abióticos, principalmente la sequía, son responsables del 44% de los casos de defoliaciones graves que sufren los árboles españoles, según el último inventario, correspondiente a 2018, que elabora la Red Europea de Daños Forestales. En segundo lugar (29%) se sitúan las plagas de insectos, que según José Antonio Hódar, profesor de la Universidad de Granada, se están viendo favorecidos por el calentamiento. “En la mayor parte de los casos, su capacidad digestiva se incrementa cuando lo hace la temperatura. De modo que lo previsible, y de hecho ya lo estamos viendo, es que su incidencia y virulencia se incremente”.
El insecto que más daño forestal causa es la oruga procesionaria. “Se trata de una plaga particular porque, a diferencia de la mayoría de insectos, su larva se desarrolla durante el invierno. Ello limita su desarrollo, pero a la vez le permite escapar de sus principales depredadores y parasitoides. Pero esa limitación se está viendo reducida porque, dentro del calentamiento generalizado, las temperaturas mínimas invernales están aumentando con mucha rapidez”, afirma Hódar, que ha documentado un ascenso en la altitud que alcanza la procesionaria.
Rodeado del oscuro escenario de una ladera del Valle del Tiétar, en el término municipal de Gavilanes, unos terrenos que han sufrido tres devastadores incendios, en 1986, en 2000 y el pasado mes de junio, Ángel Iglesias, jefe de sección forestal de la Junta de Castilla y León en Ávila, asegura que él ha comprobado sobre el terreno lo que advierten los expertos. “El riesgo de incendio aquí ha aumentado porque el verano cada vez empieza antes. El 15 de mayo ya hace mucho calor, en los meses de verano llueve menos y cuando llueve tiende a hacerlo de forma más torrencial”, afirma. Iglesias también ha comprobado que, gracias a la reducción del periodo frío, la plaga del escarabajo Ips sexdentatus, que ataca a los pinos de la zona, ha pasado de tener dos a tres poblaciones al año.
EVITAR ERRORES EN LA REPOBLACIÓN
Uno de los trabajos de Ángel Iglesias, responsable forestal en Ávila, consiste en intentar recomponer las 1.400 hectáreas arrasadas en junio por las llamas en Gavilanes y Pedro Bernardo, en el Valle del Tiétar. El primer paso ha consistido en frenar en lo posible la erosión del suelo con empalizadas de troncos en laderas y barrancos. El segundo será el lanzamiento de paja desde helicópteros, para tratar de evitar que la lluvia y el deshielo arrastren el suelo y lo dejen en pura roca. Después se talarán los árboles y se acompañará la regeneración natural con el lanzamiento de 100.000 semillas por hectárea. Los piñones serán de pinos de la zona, especialmente adaptados al terreno, para evitar el error que cometieron hace unos años, cuando lo hicieron con semillas de la misma especie, pino resinero, de Galicia, y resultó un fracaso.
La gestión forestal de los terrenos, como de otras 2,2 millones de hectáreas en España, está acreditada por la Asociación para la Certificación Española Forestal (PEFC).