Uruguayas crean cuero con bacterias y levaduras y hacen ladrillos a partir de residuos textiles
Madre e hija desarrollan un emprendimiento que brinda soluciones ecológicas para la industria textil y promueven la investigación de alternativas biotecnológicas sostenibles.Crear cuero a partir de una colonia simbiótica de bacterias y levaduras o hacer ladrillos con residuos textiles… Parecen ideas sacadas de una serie de ciencia ficción, pero no.
Existen y se hacen acá, en Uruguay, como resultado del trabajo de Maribel López y Evelyn Calcagno, madre e hija, fundadoras de Komciencia. Ahora producen de forma artesanal, pero quieren “preparar el mercado” poco a poco y adquirir maquinaria para dar el salto y llegar a más.
Todo comenzó tomando kombucha, una bebida probiótica y refrescante que se hace con té, azúcar y un cultivo de bacterias y levaduras. López y Calcagno, curiosas por naturaleza, se preguntaron qué más podría hacerse con ese cultivo, y así llegaron al desarrollo de un biocuero hecho con celulosa bacteriana. “Lo analizamos en el LATU y resultó que se comporta muy bien como textil y adquiere la consistencia del cuero”, contó López, que es enfermera instrumentista y experta en jabonería y cosmética natural. De esto hace ya cinco años.
Etiquetas de biocuero: un hallazgo adelantado a su tiempo
Parten de la misma colonia de bacterias y levaduras que sirve para la kombucha; lo que varía es la forma de cultivarla. “La clave es que el conjunto de microorganismos se adapte a otro medio que no es el del té y el azúcar”, explicó la enfermera, y agregó que no puede revelar cómo es el proceso porque aún no lo han patentado. Lo que sí aclaró es que las bacterias y levaduras se alimentan de algo que, de otro modo, sería un desecho.
Lo primero que hicieron con el biocuero fue un arnés. Todavía lo tienen y “no ha cambiado nada en su estructura”, sostuvo López. Sin embargo, este proceso de producción artesanal es largo y no era rentable hacer un solo arnés cada tres o más meses. En consecuencia, decidieron producir etiquetas de celulosa bacteriana, que tienen el valor agregado de que se trata de un material compostable. “No se genera desperdicio con la etiqueta, que es lo primero que uno tira cuando adquiere una prenda”, indicó la emprendedora.
Hubo “emprendedores conscientes” que quisieron incorporar estas etiquetas, pero no llegaron a un acuerdo comercial. “Cuando íbamos a los números, nuestra etiqueta era más cara que las de papel porque el proceso de producción no está industrializado”, señaló López. Y añadió: “Queremos adquirir maquinaria y herramientas a corto plazo, pero todavía no hemos podido llegar a ese punto”. Lo máximo que han logrado sacar en un ciclo productivo fueron diez pliegos de 70 por 40 centímetros.
Se habló de la posibilidad de exportar las etiquetas, pero López se mantuvo fiel a sus principios. Lo expuso así: “Cuando uno exporta un biomaterial, este deja de serlo, porque se pierde la cercanía y se suma el costo ambiental. A veces me dicen: ‘Sos muy fundamentalista’. Pero es lo que quiero para mi vida. Si no, ¿cuál sería el sentido? ¿Hacer dinero por hacer dinero?”.
La alternativa era esperar a que el mercado uruguayo estuviera listo para esta innovación, indicó la emprendedora. Mientras, junto a su hija, se dispuso a probar otras salidas. Entonces, surgieron los ladrillos textiles.
MODA SOSTENIBLE
Producto sostenible y en constante descubrimiento
Según López, en países de Europa y también en Chile hay personas que hacen cuero de celulosa bacteriana, pero no como lo cultivan y procesan ellas. De todas formas, en todo el mundo está lejos de ser una industria. “Aún no podemos construir ropa 100% de celulosa bacteriana; recién en Europa han hecho prototipos de camperas y ellos están muy adelantados comparados a nosotros”, señaló.
Ella y su hija han trabajado junto a la Universidad de la Empresa (UDE) para postular a fondos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y muchos diseñadores de la facultad las han contactado para comprar el material. “Yo les explicaba que mi negocio no es vender celulosa, sino hacer algo juntos, porque no es que uno la cose y pega con esto y aquello y listo. Hay parámetros que uno debe conocer y cuando la cultiva y la vive, sabe cómo se comporta”, contó López. Y añadió: “Muchas personas querían comprarla porque veían que en Europa se hacía, pero no es por ahí, es decir, no se trata de hacer algo sostenible y ponerle un pegamento que es cero sostenible”.
López y Calcagno trabajan con la diseñadora de moda argentina Verónica Lezcano para lanzar talleres de biomateriales en Uruguay con el fin de que “la gente se interese por replicar estas ideas”. “La biotecnología está en constante descubrimiento. Mañana puede venir otra persona, hacerlo diferente y mejor, y está buenísimo que pase eso”, sostuvo López, y dijo que posiblemente este año hagan el primer taller.
Un nuevo uso para los residuos textiles
Según Greenpeace, en todo el mundo se producen 1,92 millones de toneladas de residuos textiles cada año. Y aun así, el auge de la moda rápida nos lleva a seguir produciendo, consumiendo y desechando a un ritmo vertiginoso. López, que se había metido de lleno en la industria textil a partir del biocuero, decidió aportar su grano de arena recuperando recortes, retazos y prendas en desuso para picarlas, molerlas y hacer ladrillos.
Luego de varias pruebas, la enfermera dio con un aglomerante que resultaba efectivo y además reunía condiciones que para ella eran fundamentales: ser de cercanía y fácil acceso y no tener componentes contaminantes. “Mi primer prototipo era un espanto, pero tenía una ilusión bárbara”, recordó.
Continuó probando y probando, y así mejoró cada vez más y sorprendió a las personas de su entorno. “Todos quedaban impactados con lo que había logrado sin apoyo de ninguna institución y aparte en Minas, Lavalleja, con los dolores de vivir en el interior, donde todo cuesta más”, sostuvo. Hoy cuenta con el apoyo de la Agencia Nacional de Desarrollo y el proyecto Impulsa Verde de la Cámara de Industrias del Uruguay. Además, planea postularse a otros fondos y no descarta asociarse con algún privado al que le interese el proyecto.
López y Calcagno ofrecen la gestión de los residuos a empresas del sector textil; les cobran por levantar sus desechos y transformarlos en otra cosa, para que no terminen en el vertedero. Actualmente, no tienen capacidad productiva para vender ladrillos, pero los alquilan para eventos o tiendas itinerantes. Trabajan junto a la arquitecta Iliana Pio y brindan un servicio completo, desde el diseño hasta el armado y el desarmado.
Pio mencionó a El País que “son como ladrillos de campo, con textiles de colores; un producto innovador, sostenible y único en el medio”. También dijo que les ve un “gran potencial” como “revestimiento decorativo, tabique divisorio interior, separador de ambientes y todo lo que a la imaginación se le ocurra”.
Por último, López comentó que lanzaron una línea de carteras hechas con residuos textiles con el fin de “llamar la atención y luego desviarla a los ladrillos”. Sin embargo, para mucha gente “la atención está puesta solamente en las carteras” así que probablemente más adelante Komciencia encare la producción de accesorios, señaló la emprendedora.