Reciclaje de aceite de cocina evitó que se contaminaran más de 2.500 millones de litros de agua en Uruguay
El proyecto se basa en la colaboración de las familias, que en lugar de tirar el aceite que consumen en su casa, lo guardan en un recipiente y lo llevan al lugar de acopio.Una freidora tipo, de las que se venden para consumidores hogareños, carga entre 1.5 y 3.5 litros de aceite.
Una sartén o una olla, como para hacer papas fritas, por ejemplo, puede llevar un litro. Y en la mayoría de las ocasiones se puede reutilizar, claro. No hay un consenso a nivel mundial sobre la cantidad de veces: hay quienes dicen 3 y hay quienes dicen 40, pero en lo que sí hay acuerdo es que cuando haya que deshacerse de él, si no cuidamos la forma, por cada litro de aceite de cocina usado que tiremos, habremos contaminado 1.000 litros de agua.
En Uruguay, la empresa Alcoholes del Uruguay (ALUR) desarrolla desde el año 2014 el plan llamado “La energía se transforma; reciclá tu aceite” y, según los datos a los que accedió El País, en estos años se llevan recolectados y reciclados 2.505.354 litros de aceite de cocina usado en casas de todo el país, con lo que se evitó la contaminación de 2.505.354.000 de litros de agua.
También, con este reciclaje, se generó una reducción de emisiones de CO2 de 6.327.735 kilos. Algo así como lo que hubieran emitido 1.817 autos circulando durante un año sin parar. “Cada litro de aceite que se convierte en biodiesel reduce las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un 85% en comparación con el gasoil derivado del petróleo. Esto está medido con estudios científicos de consultoras internacionales”, dijo a El País Alejandro Alzogaray, encargado de Comunicación de ALUR.
Por su parte, Adrián Gómez, jefe de la División Logística de ALUR, bajo cuya ala se ejecuta el proyecto, contó que actualmente están trabajando de forma directa con las intendencias y escuelas para la difusión y recolección del aceite usado. Sin embargo, la intención a futuro es transformarlo en algo de carácter nacional y para ello están elaborando un proyecto que enviarán al Congreso de Intendentes.
“Tenemos análisis, estudios, una consultoría que nos hizo el LATU con fondos de ONU y estamos armando el proyecto, analizando las localidades por las cuales iniciar, cuál sería el modelo, los costos, la legislación que nos hace falta o la que hay que corregir, además del plan de educación y cómo incorporar a privados, a las comunidades, a las ONG. Además, esto es una oportunidad de generar trabajo para mano de obra no calificada. La sostenibilidad está encarada desde todo punto de vista: desde lo económico, lo social, la igualdad, el trabajo digno, y otro montón de características”, reseñó Gómez.
En este camino, según explicaron ambos representantes de ALUR, lo más complejo es la logística para la recolección y traslado del aceite a la planta en Montevideo, y los costos que eso genera. Una vez que se recibe el aceite, el procesamiento está garantizado, dijeron, ya que la planta tiene capacidad “de sobra” para ello.
Educación ambiental y cultura de reciclaje
El proyecto se basa en la colaboración de las familias, que en lugar de tirar el aceite que consumen en su casa, lo guardan en un recipiente de un litro que provee ALUR en conjunto con las intendencias que se sumaron, y lo llevan al lugar de acopio. Pero falta educación y costumbre de reciclaje, apuntó Gómez.
“La mayoría de las personas de edad media, como yo por ejemplo, no recibimos educación ambiental. Por suerte, ahora los niños sí, los adolescentes también. Me pasó con mis hijos, que me han dicho: ‘el próximo auto tendría que ser eléctrico’. Si lo pensaron es porque tienen información y educación al respecto”, contó.
Por eso, también ALUR está trabajando con escuelas de todo el país para integrarlas al plan y, si bien tienen claro que es una tarea de largo plazo, “es la principal inversión que hay que hacer”, dijo el jerarca de la empresa.
Consultado sobre cuál es la condición en la que debe estar el aceite que entreguen quienes deseen participar del programa, el encargado de la Comunicación de ALUR dijo que se busca que “no venga con grandes restos de alimentos”, como queda por ejemplo cuando se fritan milanesas. En esos casos, solicitan que la persona lo filtre. De todos modos, si esto no es posible, no implica que la persona no lo envíe y prefiera tirarlo al agua. ALUR tiene una pileta de decantación en la que se puede procesar estos restos.
Actualmente, el programa está trabajando para comenzar a funcionar en San José, Treinta y Tres, Artigas, y ya viene en marcha en Paysandú, Montevideo, Canelones, Maldonado, Florida, Paysandú y Rocha. “La gente lo asume bien, lo asume fácil y es muy aceptado por la población”, dijo Alzogaray, y de hecho contó que están recibiendo pedidos de diversos lugares donde hay vecinos que quieren colaborar. Lo difícil, indicó, es coordinar la logística y organizar el retiro del aceite en lugares donde quizá lo que se reúne es muy poco y el costo de ir a buscarlo es alto.
Falta de reglamentación
Otro capítulo es el aceite usado que se genera en establecimientos comerciales, que está catalogado como residuo especial por la ley y debe ser desechado cumpliendo determinados parámetros. “Hoy en Uruguay no hay problema para procesar ese aceite usado. De hecho, hay tanta demanda en el mundo y a nivel local, que ALUR tiene proyectos con Ancap que van a demandar este producto en términos ilimitados”, dijo Gómez.
Estos proyectos están vinculados a la producción de biocombustibles sostenibles, de segunda generación, o sea que son producidos con base en materias primas clasificadas como residuos y que, si no tuvieran un segundo uso, irían a contaminar un curso de agua o una cantera. “Esta es la tendencia, es hacia donde va el mundo”, afirmó el jefe de la División Logística de ALUR, pero hizo un apunte clave: “La reglamentación en Uruguay es muy básica y no hay controles”.
O sea, aunque hay una ley que marca qué se debe hacer con el aceite usado de bares, hoteles y supermercados, no hay un control asociado. O sea: el empresario puede cumplir o no, porque no está definido el encargado de inspeccionar, o la multa asociada, etcétera. “Todo esto es parte de la cultura que falta generar en Uruguay, porque no tenemos asumido que nos tenemos que hacer cargo de lo que genera nuestra actividad”, sostuvo Gómez.
“Incluso, me he reunido con importantes autoridades de hoteles o de cadenas de supermercados y les ofrecí pasar a buscar el aceite usado para reciclarlo, pero pretendían cobrarlo”, contó el jerarca. “Partimos de esa forma de pensar, de que quieren recibir algo por eso, cuando en realidad ya debería ser suficiente premio el hecho de que se les resuelva el tema de la disposición y se les asegura que es la más segura de todas”, reflexionó.