Bioeconomía y desarrollo económico
Uruguay cuenta con una fuerte concentración de sus exportaciones en unos pocos productos, los que están sujetos a shocks de precios que pueden afectar a la economía de forma muy importante
El rol del sector público en el desarrollo económico es un tema sumamente controversial, con posiciones que van desde quienes fundamentan que el estado debería limitarse a generar condiciones macroeconómicas estables y disminuir las trabas para hacer negocios en general, hasta los que promueven una intervención directa, apoyando a sectores específicos.
En este blog plantearé que en el caso de Uruguay, la dificultad histórica en diversificar la matriz productiva probablemente justifique la intervención pública, aunque ésta debe estar coordinada con el sector privado.
En efecto, Uruguay cuenta con una fuerte concentración de sus exportaciones en unos pocos productos, los que están sujetos a shocks de precios que pueden afectar a la economía de forma muy importante. Por lo tanto, la diversificación de la canasta exportadora debería incluirse en una estrategia de desarrollo de largo plazo. Hay sin embargo muchas trayectorias posibles de diversificación, y el resultado económico asociado a cada una de ellas así como la velocidad en la que se puede alcanzar un mayor desarrollo no es independiente de la trayectoria seguida. O al menos eso lo que señalan algunos autores [1], que muestran que la “complejidad” de los productos exportados por una economía es un buen predictor del ingreso de dicho país.
Según éstos, el stock de capacidades productivas en cada momento del tiempo determinan las fronteras de aquello en lo que puede especializarse una economía. Es decir que activos tan variados como infraestructura, marco legal, educación, conocimiento colectivo, etc., se reflejan en aquello que los países exportan con ventaja comparativa.
En el caso de Uruguay, más del 80% de los bienes exportados con ventaja comparativa (especialización) pueden ser clasificados como productos de la bioeconomía -mientras en el mundo sólo el 16% de los productos caerían en esta categoría-. Lo anterior refleja qué tipo de capacidades ha desarrollado el país, y proponemos que la estrategia de desarrollo debería partir de ellas y ampliarlas.
¿Qué se entiende por bioeconomía? Existen múltiples definiciones, pero según la FAO [2], la bioeconomía se puede definir como: “la producción basada en el conocimiento y la utilización de recursos biológicos, procesos biológicos y principios para proporcionar bienes y servicios de manera sostenible en todos los sectores económicos”. En particular, en este blog me concentraré únicamente en los productos (bienes) de la bioeconomía que son exportados.
En un trabajo reciente elaborado por CINVE, clasificamos los productos exportados en distintas categorías, siguiendo una metodología sugerida por CEPAL [3]. En esta clasificación, los productos de bioeconomía se pueden dividir en tres grupos. Primero, bioeconomía de productos básicos, asociados a la producción no industrial de los productos agrícolas, pesqueros y de la ganadería. Segundo, bioeconomía de valor agregado básico, que incluye productos de origen biológico con un grado de elaboración industrial, como la industria láctea, de papel, de fibras textiles, etc. En tercer lugar, lo que llaman bioeconomía de alto valor agregado, que incluye bienes manufactureros con una base de materias primas de base biológica, por ejemplo productos químicos de base biológica, productos farmacéuticos de origen biológico, bioplásticos, y perfumería y cosmética de origen biológico.
Ya hemos dicho que en el mundo las exportaciones de productos de la bioeconomía son un porcentaje relativamente bajo. Ahora, al interior éstas, el comercio de bioeconomía de productos básicos sería 1.5 veces mayor al de bioeconomía de alto valor agregado. Esto significa que el mercado mundial para éste último grupo es casi igual al de la bioeconomía de productos básicos. En Uruguay sin embargo las exportaciones de bioeconomía de productos básicos son mucho mayores (50 veces) que las exportaciones de bioeconomía de alto valor agregado, proporción que se ha mantenido más o menos estable luego del fuerte shock de precios del primer quinquenio del 2000 (Figura 1).
Esta concentración en el primer eslabón de la producción de bioeconomía no es exclusiva de Uruguay, los números son similares si se toman países con mayor nivel de ingreso como Nueva Zelanda (el ratio de exportaciones de bioeconomía de productos básicos sobre bioeconomía de alto valor agregado es de 17) o países con una trayectoria más larga en temas de bioeconomía como Brasil (ratio de 15). Un ejemplo opuesto es el de Alemania, con una relación de exportaciones de productos de la bioeconomía de productos básicos a bioeconomía de alto valor agregado de 0,7.
¿Cómo se puede explicar esto? Países como Alemania cuentan con especialización en productos que requieren tan diversas y complejas capacidades, que fácilmente pueden readaptarlas para producir otros bienes complejos. Por el contrario, Uruguay (y una lista larga de países) se ha especializado fundamentalmente en productos que requieren capacidades tales para producirlos que no pueden ser fácilmente transformados para producir productos de alta complejidad, incluso aunque se acceda fácilmente a la materia prima.
Es decir que si bien la mayor parte de nuestra canasta de especialización está basada en productos con base biológica, los bienes de la bioeconomía de alto valor agregado se encuentran más lejos de nuestra canasta exportadora. Esto significa en forma muy resumida que las capacidades actuales con las que cuenta el país no serían las más propicias para dar el salto hacia la producción de estos productos más complejos.
Si pensamos que tanto el sector privado como el sector público son responsables en la construcción y acumulación de capacidades, la pregunta que sigue es cuál es el rol de ambos en la estrategia de expandir nuestra especialización hacia productos de la bioeconomía más complejos. Por supuesto que la respuesta amerita una discusión mucho más extensa de la que pondré a continuación.
En cuanto al sector privado, cabe preguntarse qué tanto riesgo está dispuesto a asumir el empresariado uruguayo para “descubrir” productos nuevos, dado que hasta hoy no parece haberlo hecho (o tenido el éxito suficiente como para lograr especialización). O por el contrario será imprescindible asociarse a empresas regionales o extranjeras que ya hayan asumido ese costo y vean al país como parte de su estrategia de expansión.
En cuanto a los decisores de política serán importantes todas las acciones que se tomen para continuar generando espacios de intercambio con actores empresariales abiertos a nuevas posibilidades, así como con referentes científicos y tecnológicos en el área de la bioeconomía.
Acciones más directas del sector público abarcarían entre otras la acumulación de conocimiento en biotecnología, la promoción de emprendimientos con participación conjunta de academia y sector privado. Estas políticas han sido promovidas desde las agencias de investigación vinculadas a los sectores productivos, la ANII, y otros actores.
Finalmente, el mantenimiento de la biodiversidad resulta clave para una política de bioeconomía sustentable, por lo cual la estrategia a futuro no debe olvidar el fortalecimiento de reglamentación en temas de bioseguridad y riesgos biológicos, que también forman parte de las capacidades a construir.
[1] Hausmann, R., Hwang, J., & Rodrik, D. (2007). What you export matters. Journal of economic growth, 12(1), 1-25.
[2] FAO (2018). Assessing the contribution of Bioeconomy to countries´ economy. A brief review of national frameworks.
[3] Rodríguez, A. G., Mondaini, A. O., & Hitschfeld, M. A. (2017). Bioeconomía en América Latina y el Caribe: contexto global y regional y perspectivas. CEPAL.
*Flavia Rovira es investigador de Cinve. Doctora (c) en Economía por la UDELAR.
Twitter: @CINVE_uy
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**Entrada escrita para el Blog SUMA de CINVE www.suma.org.uy.