El misterio del oso hormiguero de La Pedrera y la polémica que vino después
Los científicos polemizan respecto a los motivos de la aparición del espécimen de tamanduá en una playa de Rocha, al que se le perdió el rastro luego de ser avistado
Juan Pablo Silva estaba atendiendo su pequeño parador en la playa de Punta Rubia, en La Pedrera, el 23 de enero. De pronto vio, en la orilla de un cañadón que allí desemboca, un animal que nunca había visto.
Silva, al que en la zona todos llaman Harry, filmó la extraña aparición. Por un momento pensó que podía ser una comadreja, pero era demasiado grande. Luego, cuando vio al animal pararse en dos patas y observó sus garras, lo descartó por completo. Era un tamanduá u oso hormiguero chico, nunca antes visto allí.
Harry sintió que el animal estaba muy expuesto en la playa y lo arreó hacia un monte cercano. “Fue corriendo, estaba sano y en muy buen estado. Se metió entre los árboles y ya no lo vi más. Le deseé lo mejor”.
Fue todo cuestión de unos minutos, pero el video fue visto y compartido por miles de personas. Dos días después, la Dirección Nacional de Medio Ambiente pidió que quien volviera a ver al animal se comunicara con esa oficina y dio un número para hacerlo. Pero el teléfono nunca sonó. Nadie volvió a ver al tamanduá. Qué suerte corrió es un misterio: no se sabe.
En cuanto a cómo fue que el huidizo tamanduá apareció en la playa, hay datos y pistas. Pero los técnicos consultados no coinciden en su análisis.
Hugo Coitiño –uno de los funcionarios de la Dinama que actuó en el caso– piensa que se trató de un animal cautivo que logró escaparse. Cree que el hecho de que no volviera a ser visto puede querer decir que quienes lo mantenían apresado lograron recapturarlo.
“Unos días después hubo unos movimientos inusuales de camionetas en una casa de la zona”, dijo el técnico, que entrevistó a Silva como parte de su investigación.
Coitiño ve como “extremadamente difícil” que el oso hormiguero chico –un mamífero que no tiene dientes, se alimenta de hormigas y termitas y puede medir hasta 1,35 metros de largo con la cola incluida– pueda haber llegado hasta allí por sus propios medios: “El monte contiguo a la playa es muy pequeño y termina en un camping. No es lugar suficiente para un animal así”.
Sin embargo, dos prestigiosos zoólogos consultados no piensan igual. Ellos no descartan en absoluto que el animal llegara allí solo, sin intervención humana, como parte de su andar natural.
“Hay dos posibilidades. La primera es un desplazamiento en busca de nuevos territorios, quizá utilizó como corredor natural la vegetación costera. La otra, que también es factible, es que alguien lo hubiera capturado en otra zona y hubiera pretendido traficarlo o tenerlo como mascota, y se le escapó”, dijo Juan Villalba-Macías, director del bioparque M’bopicuá, un emprendimiento destinado a conservar la fauna autóctona, en Río Negro, propiedad de la empresa Montes del Plata.
Villalba encuentra argumentos para ambas opciones. Por un lado, los tamanduás son hábiles para fugarse; sus garras pueden destruir mallas de alambre y cercos de madera. Por otro, la especie cada vez se deja ver con mayor frecuencia y en más lugares de Uruguay.
“El año pasado –dijo– publicamos un trabajo donde incluimos 26 zonas en las que se la ha registrado”.
El documento citado por el especialista fue publicado junto a dos colegas –Carlos Prigioni y Álvaro Sappa– y se titula “Actualización de la distribución geográfica del oso hormiguero chico”.
Si bien desde el siglo XIX había referencias a la existencia de tamanduás en el país, la confirmación de su presencia recién ocurrió en 1972 cuando un ejemplar fue capturado en Puntas de Sierra de Carpintería, Cerro Largo.
Durante décadas fue un animal poco observado, pero eso cambió. Según el trabajo científico, en los últimos años se ha producido una “sucesión, en evidente aumento, de registros visuales, captura y muerte intencional o accidental de ejemplares”.
Este auge, anotan los especialistas, “parecería demostrar una expansión de su rango geográfico que podría obedecer a cambios generados por causas climáticas”.
Prigioni, uno de los autores del documento, no tiene dudas de que el tamanduá llegó a la playa de La Pedrera por causas naturales, producto de la expansión que la especie estaría teniendo como consecuencia “del cambio climático y la australización de la fauna”.
“Todo se movió dos grados –unos 200 kilómetros– hacia el sur”, dijo Prigioni. Desde su punto de vista, que alguien tuviera un oso hormiguero preso en La Pedrera y que el animal justo se escapara es una combinación muy improbable.
Otro trabajo científico publicado por Prigioni, en este caso junto con el especialista en gestión de recursos hídricos Carlos María Serrentino y el técnico en geoinformática Juan Carlos Flores, también da cuenta de la expansión del tamanduá hacia el sur.
El documento releva alteraciones en los ecosistemas de la laguna Merín, que podrían explicarse por cambios en el clima y un incremento de las lluvias que se registra desde comienzos de los años de 1990.
Tales modificaciones climáticas habrían hecho que varias especies expandieran su hábitat natural, entre ellas el tamanduá, el yacaré, el tatú de rabo molle y la ranita uruguaya. El “avance al sur” coincide con un “aumento evidente de registros pluviométricos durante los últimos 30 años”, sostiene el trabajo.
Villalba-Macías agregó un elemento adicional: es frecuente que los tamanduás ingresen en zonas habitadas por el hombre: “En sus desplazamientos entran en ciudades y pueblos. Tengo registros de la rambla de Artigas, de pueblo Sequeira, tres de la ciudad de Treinta y Tres y dos de Cerro Chato. Y no todos van a ser llevados o traficados”.
Los tres ejemplares que fueron encontrados en la planta urbana de Treinta y Tres fueron capturados y liberados por Villalba-Macías y Prigioni en el área protegida de la Quebrada de los Cuervos.
Según el trabajo científico que publicaron los zoólogos, la especie estaría expandiéndose a través de dos corredores: en dirección noreste-suroeste a través de las elevaciones de las cuchillas Negra, de Haedo y Grande, y en dirección norte-sur a través del litoral del río Uruguay.
Silva, el lugareño de La Pedrera que filmó al tamanduá, también cree que el animal llegó solo. Él lo vio tranquilo, comiendo a orillas del cañadón, no parecía estar huyendo ni detectó ninguna actividad humana relacionada con su presencia.
“Hay mucha vida silvestre en esta zona, pero no se sabe exactamente qué, porque nunca han hecho un relevamiento, no hay interés. A una cuadra de la playa hay monte autóctono con coronillas que tienen 150 años”.
Silva sostiene que muchas veces denunció la tala de esos árboles, pero las autoridades no actuaron. “No hay interés en proteger la fauna y la flora, porque todo se piensa en términos de explotación inmobiliaria y playa”.
Julio Pérez, un vecino que trabajó como guardaparques honorario de la Intendencia Municipal de Rocha en 2017 en la vecina zona de Santa Isabel (contigua de Punta Rubia, al este), dice que allí detectó decenas de especies animales como gato montés, gato de pajonal, guazubirá y mano pelada. Pérez –que renunció porque lo amenazaban por su tarea de protección ambiental– llegó a encontrar pruebas de la presencia de un puma. Pero jamás vio un tamanduá.
Durante décadas, los registros del oso hormiguero chico estaban acotados al norte del país. Pero la seguidilla de nuevas apariciones –que ya llegan a media docena cada año– fue corriendo el límite hacia el sur. Hasta este verano, la aparición más austral era la de un ejemplar atropellado en la ruta 8, en la entrada al salto del Penitente, en Lavalleja.
El tamanduá de La Pedrera llevó el límite hasta la orilla del océano. Quizá Rocha tenga un nuevo atractivo que ofrecer a los turistas.