TENDENCIAS
Un exagente de bolsa y una alérgica a las picaduras de abeja causaron una revolución con las colmenas urbanas
Bermondsey Street Bees abastece a restaurantes prestigiosos y asesora a emprendedores que quieren desarrollar apiarios sostenibles. El proyecto es la miel más premiada de Inglaterra.Renzo Piano llegó un día a Londres a reunirse con Irvine Sellar. El primero, uno de los arquitectos más afamados del planeta; el segundo un acaudalado desarrollador inmobiliario.
Sobre la mesa de almuerzo, Piano dio vuelta el menú y en una hoja dibujó su siguiente obra: un edificio que pinchaba el cielo. Sellar no pudo creer la propuesta. «Yo lo diseño gratis -escuchó-, si hacemos el edificio más alto de Europa». The Shard, en Londres, mantendría su liderazgo en altura hasta ser relegado al segundo lugar por el Mercury City Tower, de Moscú.
Para su apertura, en 2012, el corazón estaba destinado a un hotel. Allí funciona el Shangri-La, que mezcla armoniosamente el estilo contemporáneo con los ancestros orientales. Fue de estas cabezas vanguardistas que nació una idea que Dale Gibson convirtió en tendencia: las colmenas urbanas.
Montado sobre un escenario de película, colocó la primera apenas inaugurado el hotel. De allí se sirve la gastronomía y los suvenires de Bermondsey Street Bees, la empresa que el propio Gibson y su esposa, Sarah Wyndham Lewis, habían creado tiempo atrás, pero que se convertiría en el epicentro de la propagación de los panales urbanos por el mundo.
Vecino de siempre, codo a codo con el Borough Market, el mercado más antiguo de Londres, y bajo la sombra del emérito rascacielos, Gibson había montado su proyecto en un viejo depósito de azúcar. Un antro oculto en la zona industrial de Londres se transformó en un espacio digno de una obra de Jane Austen y la cesión de un par de colmenas pertenecientes a un vecino habitual de su local, en un sueño. Sin tener dónde ponerla, decidió llevarla al techo. Allí seguro que las abejas no molestarían demasiado.
La moda atrajo a personalidades como David y Victoria Bekcham, Leonardo DiCaprio y Ed Sheeran
El espacio, circundado por parques y jardines, se convirtió en el proyecto de miel más premiado de Inglaterra: Bermondsey Street Bees. «Casi por casualidad nos dimos cuenta que era el sitio ideal para criar abejas en el centro de la ciudad», explica Gibson.
Los huéspedes del Shangri-La Hotel desayunan con su miel. En Pizarro, el restaurante favorito del barrio, sirven queso de cabra frito rociado con la obra del apicultor. Los habitués del Borough Market pueden llevarse su propio pote a casa en Giddy Grocers.
La aventura inicial lo llevó a capacitarse y a sumar a su esposa a la idea. Ambos se especializaron en apicultura e instalaron las primeras colmenas hace más de una década. La moda convocó a David Beckham y a su esposa Victoria, quien ha posteado en ocasiones los resultados de su trabajo en las colmenas del techo de su casa. A ellos se sumaron Scarlett Johansson, Leonardo DiCaprio y Ed Sheeran.
Punto de inflexión
Mientras convida té con miel (para él agrega limón), Gibson relata sus tiempos de corredor de bolsa. «Me restaba una década de carrera. Era el momento justo entre quedarse con las acciones y las cotizaciones o cambiar de rumbo. Me sentía con energía. Un sábado me desperté y le dije a Sarah que íbamos a un curso de apicultura. Me miró con sorpresa: ella es alérgica a las picaduras de abejas». John Chapple, quien sigue siendo su mentor, convenció a Sarah de que las mielíferas son amigables y ella se convirtió en la experta que asesora a los nuevos emprendedores, hace consultoría y se ocupa de las degustaciones y talleres. Nunca la picó una abeja.
Al poco tiempo habían construido un próspero negocio de abastecimiento de miel a la gastronomía y de consultoría para quienes desean diseñar y mantener apiarios sostenibles. La miel es utilizada por restaurantes de renombre, como Hakkasan, Kerridge Bar & Grill y Roux at The Landau.
La miel de Bermondsey Street Bees abastece a restaurantes de renombre; los impulsores del proyecto también brindan servicios de consultoría para quienes desean diseñar y mantener apiarios sostenibles
Sarah dice que «siempre se piensa que las abejas son criaturas del campo, pero la realidad de la agricultura moderna (cultivos monoculturales, insecticidas y fertilizantes, pérdida del paisaje natural) ha dificultado la prosperidad de las abejas en muchas áreas rurales. Londres, por otro lado, tiene una gran cantidad de espacios verdes y plantas forrajeras nativas y no nativas que pueden dar a las abejas las fuentes variadas de forraje que necesitan para una buena salud».
Para los habitantes de la ciudad, hay varios beneficios: la existencia de miel local, las abejas para polinizar los cultivos alimentarios dispuestos en jardines urbanos y, muy crucialmente, la polinización de los árboles y arbustos fructíferos que alimentan desde insectos y pájaros hasta mamíferos. «Hay un último elemento para mencionar -agrega-, que para los habitantes de la ciudad, la conexión con la naturaleza obtenida al ver a los polinizadores en el trabajo es muy poderosa y de apoyo».
Las abejas urbanas tienen una tasa de supervivencia invernal que alcanza el 62,5%, frente al 40% de las rurales. Además, producen unos 12 kilogramos (kg) de miel en su primer año, en tanto que las rurales promedian unos 8 kg. Sarah dice que, contrariamente a lo que se supone, las abejas de ciudad «tienen acceso a una mayor biodiversidad».
«Boom» insostenible
Las colmenas de Londres bajo la tutela de Gibson ya superan las 4.000. En París, se han multiplicado por ocho en la última década. En Lugano, Suiza, crecieron en ese mismo lapso un 2.387%. Los científicos han comenzado a levantar la voz en torno a esta tendencia. Un estudio publicado en la revista Nature a cargo de especialistas del Instituto Federal Suizo para la Investigación de Bosques, Nieve y Paisajes, analizó el crecimiento de la apicultura en las ciudades del país y encontró crecimiento insostenible: «cuando las abejas vuelan en busca de polen, no hay suficientes flores urbanas para sustentarlas, y pueden estar ejerciendo presión sobre otros polinizadores», concluyeron.
Las colmenas de Londres bajo la tutela de Gibson ya superan las 4.000
Gibson acaba de avanzar otro paso en la tendencia. «En pos de una apicultura sostenible trabajamos en la reducción del recuento de colmenas. Lo comenzamos en pandemia (30% en 2020 y otro 5% en 2021) y seguimos haciéndolo, tratando de hacer consultoría a los nuevos apicultores para que consideren que cada colmena debe consumir 250 kg de néctar y 50 de polen, cada año, para sobrevivir».
Hoy, la pareja alienta a aquellos que quieren ayudar a las abejas y la biodiversidad a plantar polinizadores, en lugar de introducir nuevas colmenas. Sarah se ha embanderado con la cruzada y ha lanzado un libro: Planting For Honeybees, y ofrece alternativas prácticas para ayudar y disfrutar de las abejas urbanas.
Contra la falsificación de miel
Una de sus mayores preocupaciones, dice Gibson, es la falsificación de miel. «Existen diferencias entre los sabores complejos de la miel cruda que producimos y la dulzura empalagosa de una marca industrial». La distinción esencial es que Gibson no calienta, mezcla ni microfiltra el producto. Explica que el microfiltrado elimina los pólenes ricos en proteínas de la miel. Es una etapa que se usa para retrasar la cristalización natural y eliminar la trazabilidad del producto, «un paso perfecto para introducir mieles de baja categoría en el mercado», completa. «El análisis de polen de nuestra cosecha muestra que las colmenas de Bermondsey Street se alimentaron de 26 especies de plantas diferentes», enumera.